SOBRE LOS ESCOMBROS DE LA SOCIEDAD

  • El Operativo Tucumán y la intervención de los ingenios |

Los rumores sobre la visita del dictador finalmente se hicieron realidad. Ese día, las calles de Tucumán se fueron llenando de gente que se acercaba a observar el desfile de Onganía y sus tropas con la incertidumbre latente de qué sería de su futuro. Habían pasado unos pocos días del golpe y la autoproclamada autoridad del país ya había decidido intervenir la provincia derrocando y deteniendo al gobernador Lázaro Barbieri para poner al general Elías Otero en su lugar. Tras visitar la Casa de Tucumán, en medio de algarabías patrias, Onganía se dirigió al pueblo prometiendo «medidas de fondo que convertirían a Tucumán en un moderno polo de desarrollo industrial». Unos días después, abandonaba la provincia asegurando que habría cambios que se verían pronto. En eso último, no mentía.

Unas semanas más tarde, el 22 de agosto de 1966, el ministro de Economía Néstor Salimei anunciaba la intervención, el desmantelamiento y cierre de siete ingenios tucumanos. Las profundas transformaciones de las que habían hablado ahora se ponían en marcha y, en el corto plazo, siete instalaciones más se añadían a la lista. Eran 14 ingenios azucareros que cerraban sus puertas, sumados a la reducción de personal de los que seguían operando, a cientos de comercios que no podrían sostenerse y a un índice de desocupación que iría en aumento. Así, con el Operativo Tucumán en marcha, una provincia de 750 mil habitantes veía migrar, en poco tiempo, a más de 150 mil personas. La gran mayoría, rumbo a Buenos Aires.

El proyecto de la dictadura había sido, según sus palabras, incentivar a los capitalistas extranjeros y nacionales a invertir en industrias modernas. Algo que, lejos de ocurrir, solo generó el desguace de la provincia y llevó a la población a una situación de hambre insostenible. Pero toda crisis planificada tiene sus beneficiados y, como contracara de la miseria, algunas personas sacarían su tajada: entre ellas, Fernando Prat Gay y Carlos Blaquier, dueños del monopolio industrial del norte y de las mismas empresas que, años después, participarían del Operativo Independencia entregando trabajadores y trabajadoras a la dictadura genocida.

Con el tiempo, la reacción se transformó en puebladas y la gente comenzó a organizarse en las calles pese a las violentas represiones. En una de ellas, la policía asesinó a Hilda Guerrero, una trabajadora que participaba en comedores populares. Antes del golpe, el entonces gobernador Barbieri había dicho que, si los problemas no se resolvían, Tucumán sería dividida en dos partes: una, para los industriales del norte; la otra, para «Buenos Aires: total, ya está acostumbrado a acumular escombros en sus villas miseria». No mucho después, sobre esos escombros de una sociedad aplastada, comenzaba a brotar el fuego de una lucha popular que haría historia.