
- La rebelión de Kronstadt |
Quienes recibieron el comunicado eran los marineros de Kronstadt. El anuncio, que acababa de cruzar las frías aguas del mar Báltico, no traía las noticias esperadas. Decía que, por orden del Gobierno bolchevique, la ya escasa ración de pan sería reducida en un tercio. Las secuelas de la guerra civil golpeaban duramente y, en algunos sectores, el hambre se hacía insostenible. Luego de años de lucha encarnizada a favor de la revolución, quienes habitaban Kronstadt esperaban muestras de una nueva sociedad. De autonomía y libertad. De paz, pan y, por sobre todas las cosas, de todo el poder para los soviets. Sin embargo, el 22 de enero de 1921, se comenzaba a agotar la paciencia.
Esa fortaleza que había sido un baluarte para la Revolución rusa, ya a las puertas del fin de la guerra civil, parecía desmoronarse. Los soviets, que habían gestado el sueño de un mundo mejor, llevaban tiempo exigiendo mejores condiciones de vida y ser escuchados por el partido. Será por esto que, el 28 de febrero, desde Kronstadt decidieron elevar al poder una resolución con 15 demandas. Entre ellas, pedían la libertad de expresión, de acción y de comercio, y la liberación para toda persona detenida, ya sea por ideas anarquistas o socialistas. Esperaban que este fuera, por fin, el triunfo de los logros de la Revolución de Octubre.
El 1º de marzo, cerca de 15 mil personas reunidas en asamblea crearon un comité revolucionario y, al poco tiempo, toda la isla se sumaba a la insurrección. Solo restaba aguardar la respuesta del Gobierno. Sin embargo, aquello que alguna vez había sido para León Trotski «la gloria de la Revolución», ahora sería tildado de foco «contrarrevolucionario». Del otro lado del mar, Lenin declararía el Estado de sitio y, tras ser acusados de servir a la Guardia Blanca, el Ejército Rojo de Trotski atravesaría la interminable alfombra de hielo que dividía las tierras. El 7 de marzo, a las 18:45, comenzaban los bombardeos. Lo que vendría luego sería un sangriento combate a fuego cruzado. Pasase lo que pasase, todo indicaba que Kronstadt sería un quiebre en la recién nacida revolución.
Pese a la encarnizada resistencia, a los pocos días, el bloqueo de la isla comenzaba a surtir efecto. La falta de alimento y de municiones marcaba el principio del fin. El 16 de marzo, se daría el golpe final: 50 mil hombres y una lluvia de balas de cañón, sumados a combates por las calles y requisas casa por casa, aplastarían la rebelión. Entre fusilamientos y condenas a trabajos forzados e inanición, terminaba el levantamiento. Unos pocos años atrás, Trotski había advertido: «Al fin el poder soviético barre de Rusia, con escoba de hierro, al anarquismo». Mientras se combatía, Lenin, en un intento de respuesta a la situación que se vivía, daba otro vuelco dando comienzo a la NEP. Para ese entonces, el barco soviético ya había marcado su rumbo.
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