
- El Copamiento de La Tablada |
El conductor observó por el espejo retrovisor y pisó el acelerador. Inmediatamente, el camión se separó del resto y tomó velocidad. Detrás suyo lo seguían varios coches. Eran 46 personas que iban, al igual que él, rumbo al cuartel de La Tablada. El plan estaba en marcha. A las 6:20, tal y como estaba previsto, llegaron a la esquina del regimiento. A los pocos segundos, el camión embestía de lleno contra la entrada y, al grito de “¡Viva Rico! ¡Viva Seineldín!”, el comando ingresó abriéndose paso entre los confundidos militares que observaban la situación pensando que se trataba de carapintadas. Comenzaba, así, un capítulo completamente distinto de una historia que había nacido unos pocos años atrás.
La idea, que en principio funcionó, pronto se transformó en tragedia. El paso vertiginoso de las horas iría evidenciado que el plan no llegaría a destino, y cada integrante del Movimiento Todos por la Patria (MTP) comprendió que solo quedaba resistir. Poco a poco, en medio de la incertidumbre de no saber con qué grupo trataban, las fuerzas represivas del Estado fueron llegando al lugar. Al caer la noche, el MTP se atrincheró en el Casino de Suboficiales y, para el amanecer, helicópteros sobrevolaban la zona aguardando órdenes. Para ese entonces, una tela blanca se asomaba desde una ventana y se sacudía en el viento.
Minutos después, con las manos en alto, comenzaron a bajar hacia la planta baja. Pese a que ningún juez se hacía presente, el jefe militar a cargo, Alfredo Arrillaga, les prometió que se respetaría la legalidad. El resto ocurrió lejos de las cámaras. Lo que vendría por delante serían sesiones de torturas e interrogatorios en la clandestinidad. Una mujer herida fue asfixiada hasta la muerte con una bolsa mientras se realizaban simulacros de fusilamiento. En ese momento, un helicóptero aterrizó y un juez descendió acompañado del presidente de la nación, Raúl Alfonsín. Minutos después, el máximo representante del país fue llevado frente a la gente del MTP que se encontraba encapuchada, atada con alambre y visiblemente torturada. No mucho más tarde, cuatro personas serían desaparecidas.
Quien estaba al mando del operativo del MTP, Gorriarán Merlo, diría que cuatro mecanismos de la dictadura genocida fueron aplicados: la explosión de cadáveres, la tortura, el asesinato y la desaparición de personas. Solo porque no había mujeres embarazadas les “faltó la quinta técnica: el robo de niños». Durante los juicios, exmilitares rompieron el pacto de silencio confesando la verdad de los hechos y declarando que muchos testimonios eran falsos. Pilas de documentos apócrifos que, además, llevaban la firma del fiscal Alberto Nisman. Costumbres y metodologías que el sistema posdictadura heredaría sin culpa. En este caso, un accionar con aval de un presidente que, irónicamente, se ganaría el mote de padre de la democracia.