DIGNIDAD EN TIERRA PROFUNDA

Desde monte adentro, la década de los 90 en la Argentina estuvo signada por el frenético avance de las topadoras que desmontaban a paso firme miles de hectáreas de monte nativo.

La presión generada por viejos y nuevos usureros del campo empujaba a las familias campesinas a abandonar sus tierras nativas, pagando un precio vil o manipulando jueces de turno para entrar en litigios de posesión.

Santiago del Estero fue y es una de las provincias donde con mayor agudez se intensificó este proceso de desmonte y expulsión de la población rural, algo que se vio acelerado de manera exponencial con la entrada de la soja transgénica y su falsa promesa de revolucionar la economía y alimentación para el bien común.

Sin embargo, a la sombra de las luces mediáticas que amplificaban el show del desguace y el despilfarro político-empresarial en tiempos de menemismo, nacía el Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MOCASE).

La lucha contra el agronegocio es su bandera, una defensa de la tierra y la cultura ancestral con la cual se identificaron muchxs hijxs de campesinxs que no se habían planteado tomar estas reivindicaciones. Y Cristian Ferreyra será uno de ellos…

Cuando el MOCASE nació, él apenas tenía 2 años, pudiendo vivir de lleno el proceso de crecimiento y resistencia. Formaba parte de la comunidad indígena Lule-Vilela del paraje San Antonio, al norte de la provincia, y aunque para 2011 tenía 23 años, era considerado un referente de la organización.

El 16 de noviembre de 2011 se preparaba para el día posterior una asamblea organizativa en casa de Ferreyra con el objetivo de delinear un plan para frenar las topadoras.

Sin embargo, ese mismo día dos encapuchados llegan hasta donde se encontraba Cristian y, sin mediar palabra, le disparan. Cristian Ferreyra muere a las horas.

El asesinato buscó ser un amedrentamiento para el movimiento, una muestra del poder del dinero sobre la vida en los territorios, una señal de la impunidad con que la se manejan empresarios con anuencia judicial, algo que quedó claro con la leve condena al autor material y la impunidad para los autores intelectuales.

Sin embargo, la memoria de Cristian hoy es bandera. La sangre derramada en las entrañas de la Pachamama no será en vano. Su vida será miles hasta que la dignidad se vuelva costumbre.