- El genocidio en Indonesia |
Por la mañana, un telegrama circulaba por la red interna de los militares. Lo había enviado el comandante Suharto por su cuenta y alertaba sobre «un golpe de Estado». En poco tiempo, el comunicado llegó a todas las bases del país y, tal y como indicaba, los diferentes sectores se mantuvieron esperando órdenes. La noche anterior, seis altos mandos del Ejército habían sido fusilados y el ala derechista de los uniformados responsabilizó inmediatamente a los comunistas. Pese al mandato del presidente para que Suharto dejara su puesto ante los hechos, el insubordinado militar y hombre de confianza de los Estados Unidos mandaría un mensaje a la población: «Tenemos la situación bajo control». El operativo ya estaba en marcha y nada lo iba a detener.
Rápidamente, se comenzó a instalar en la sociedad la idea de que los responsables pertenecían al PKI, partido comunista con más de 2 millones de miembros y tercero más grande del mundo. Simultáneamente, se empezaron a difundir supuestas imágenes sobre las brutales torturas y asesinatos realizadas por el PKI. La falsedad de la información poco importó y el público que se entusiasmaba con la noticia acompañó la desestabilización del Gobierno. Dos días después, y con este pretexto, Suharto asumía como presidente de facto. Para el 5 de octubre, los grupos paramilitares salían a las calles para secuestrar y asesinar comunistas, sindicalistas, intelectuales y a cualquiera que se opusiera al nuevo régimen. Comenzaba la cacería.
Con la guerra psicológica en marcha, los justificativos cada vez importaron menos. La masacre que se inició en la capital se fue expandiendo por todo el país y, con ella, la campaña anticomunista. Semana a semana, los números de personas desaparecidas iban en aumento y era normal ver a uniformados o civiles atacando gente en plena luz del día. El genocidio se desplegaba ante los ojos del mundo, desde apaleamientos en plena calle o violaciones hasta condenas a inanición y torturas extremas. Mientras tanto, a kilómetros de distancia, el 15 de junio de 1966 la revista Time publicaba que «para el Occidente es la mejor noticia en muchos años».
Hoy se sabe que el apoyo de los Estados Unidos, junto al de Gran Bretaña y Australia, fue indispensable para que tanto la masacre como la instalación de un nuevo sistema político económico pudieran llevarse a cabo. Estos países contaban con información detallada y entregaron listas de personas marcadas a los escuadrones de la muerte. Aunque no hay cifras oficiales, se estiman entre 1 y 3 millones de asesinatos. Gran parte de lo que se conoce hoy de esta historia es gracias al documental The Act of Killing, de Joshua Oppenheimer, quien describió los hechos como si “Hitler hubiera ganado la guerra y Himmler fuera un héroe nacional, salvador de la patria”.