
- Sobre Horacio Badaraco |
Escribió alguna vez Osvaldo Bayer que la pregunta que nos debemos hacer es: “¿Cómo hacer?”. ¿Cómo cambiar nuestra desorientación y resignación causada por la carencia de modelos? Esa constante repetición de búsquedas que terminan siempre en el cansancio o el agotamiento por falta de eco. Esa misma pregunta -diría- se hacía un hombre que, muchas veces, quedó oculto tras intereses y sectas intelectuales y políticas. Una figura que, según el mismo Bayer, «solo puede compararse al Agustín Tosco de veinte años después».
Desde muy joven Horacio Badaraco se acercó al anarquismo. A diferencia de sus compañeros, que cambiaban su nombre o partían al exilio, él decidirá entrar al servicio militar para hacer propaganda donde nadie lo hacía. En esos tiempos, mientras repartía volantes recordando el fusilamiento de obreros de la Patagonia, sacudía al país la noticia de que Wilckens había asesinado al responsable de esa masacre. Badaraco, acusado de participar de los hechos, fue detenido. Desde la cárcel escribió artículos antimilitaristas, críticas a la educación autoritaria y defensas de los derechos de la mujer.
A lo largo de su vida soñó con un movimiento que incluyera diversas corrientes, socialistas y anarquistas, sosteniendo “que la unidad es elemental para el movimiento obrero». Entre torturas y encierros, fue acercándose a ideologías que le eran nuevas sin perder nunca su foco. Así, adentrándose en el mundo de Rosa Luxemburgo, fundó en la Argentina Spartacus Alianza Obrera y Campesina convencido de que, solo dejando de lado las diferencias de banderas, se podría luchar contra el poder. En 1936 decide viajar a España durante la guerra civil y unirse a las columnas anarquistas. Para su regreso, estará más seguro que nunca de que toda lucha es efímera si se da lejos del pueblo, por más que se crea en los más bellos y nobles ideales.
En aquellos tiempos, y con su salud debilitada, asistió a la gran movilización peronista del 17 de octubre de 1945 lo que le generó duras críticas del entorno. A eso, respondió: «Esta es la clase obrera que ustedes no conocen». Al poco tiempo, y con tan solo 45 años, su cuerpo no aguantó más y falleció en un hospital. En su última carta, se dedicó a pensar el porqué del triunfo del peronismo, el hecho de que ya no había «indiferentes en política» y lo que entendía como un castigo por insuficiencias: «La falta de respuesta política a millares de argentinos y, especialmente, de jóvenes, abrió el juego de la política fascista, o, mejor dicho, profascista. Los obreros atrasados, los olvidados por nuestra burguesía nacional y la oligarquía reaccionaria, movidos por los apremios de sus insoluciones y castigados por el resentimiento fomentado por una expoliación sin límites, votaron a Perón».