
- El asesinato de Salvador Puig Antich |
Cinco hombres caminan por la calle Girona y, antes de llegar a la esquina, se detienen frente a un bar. Casi como producto de la espontaneidad, ingresan al local, buscan lugar y esperan ser atendidos. La escena, que a la vista de cualquiera es sumamente normal, en realidad es parte de un operativo que la policía planeaba desde hacía días. Dos semanas atrás, luego de una expropiación efectuada por el grupo anticapitalista MIL, la guardia civil detuvo a José Luis Pons. Tras una serie de torturas, este confesó que, diez días más tarde, tendría una cita en un bar en Barcelona con el anarquista y hombre del MIL Xavier Garriga. Así, se ponía en marcha un grupo especial de la Policía para dar forma a la emboscada. Ese 25 de septiembre de 1973, darían un golpe de muerte.
Cuando los agentes de civil vieron llegar a su hombre, se percataron de que los planes iban a cambiar. Garriga no venía solo, a su lado, lo acompañaban tres personas. Una de ellas era Salvador Puig Antich. Adelantándose, los policías fueron hacia la puerta para detenerlos. Garriga no ofreció mucha resistencia, ya que no estaba armado, y fue rápidamente reducido. Pero Salvador, que tuvo un tiempo para pensar, decidió defenderse. Tres de los policías fueron contra él y lo tiraron al piso a patadas y golpes en la cabeza. Entre forcejeos, lograron meterlos en un local y a Salvador le sacaron una de las armas que llevaba. Segundos después, comenzó una balacera.
A la primera detonación, Garriga aprovechó para escapar para luego ser detenido con colaboración de transeúntes. Dentro del local, los tiros se siguieron unos a otros. Para cuando volvió el silencio, Salvador estaba herido con dos tiros y un policía yacía muerto con cinco disparos. Días más tarde, el 2 de octubre, tras una semana en el hospital, Puig Antich fue trasladado a la Cárcel Modelo a la espera del juicio. Lo recibirá un consejo de guerra y, en pocos meses, todo el aparato franquista caía sobre el joven anarquista.
La justicia militar no tardó en decidir: condenado «por la muerte de un funcionario público por razones políticas» y por el robo de un banco. Dos delitos terroristas, dijeron, dos penas de muerte. Ya nadie podía revertir la condena, salvo el dictador Francisco Franco, amo y señor de España desde hacía casi 40 años. El 1 de marzo de 1974, a sus 25 años, Salvador recibe la noticia de que sería asesinado al día siguiente mediante el garrote vil, un cruel y sádico método medieval utilizado por el franquismo. Entre interminables anomalías judiciales en medio de un juicio orquestado, nunca se demostró cómo el policía tenía 5 disparos cuando él solamente llevaba 3 balas. Ese día, en pleno centro de la capital de Catalunya, se cerraba otro capítulo de la dictadura; nacía, también, un símbolo de lucha ante el fascismo.