BANDERAS FALSAS

  • El hundimiento del Maine |

Quince de febrero de 1898, Cuba. Según el último parte del día, todos los miembros de la dotación se encontraban a bordo. Eran cerca de 328 marineros y 22 oficiales estadounidenses que, hacía 3 semanas, habían viajado desde Florida hasta la bahía de La Habana. Desde aquel momento, el acorazado Maine aguardaba inmóvil. Esa noche, cerca de las 21:30, varios tripulantes dirán haber visto al teniente John Blandin descansar sobre la baranda, observando el puerto cubano que brillaba entre las luces tenues de la pasarela y el sonido del mar. Todo parecía ser el fin de una jornada más.

Desde hacía tres años, Cuba era tierra de sublevaciones y luchas de independencia. Era el último país del continente que intentaba liberarse del colonialismo español, la última joya a la que se aferraba el Imperio. Disputando el dominio y sobrevolando las gestas populares que buscaban dar forma a los sueños de José Martí, se encontraba Estados Unidos. El valor comercial de la isla, tanto en lo estratégico como en lo agrícola, había hecho que las garras de su vecino del norte se posaran sobre sus tierras. Por eso, cuando el 25 de enero el Maine llegó a las costas cubanas sin dar aviso, nadie dudó de las intenciones que traía.

Las crónicas cuentan que la noche del 15 se podía escuchar a los marineros tocando la mandolina mientras otros se aislaban para escribir cartas a sus familiares. Que tras lo que había sido una jornada muy calurosa, el mar no había traído su frescor característico. Con los tripulantes agrupados, las campanadas del puente comenzaron a sonar y el oficial de servicio caminó de un lado al otro para comprobar que la embarcación estuviese en orden y que no faltase nadie. Todo era tranquilidad arriba del Maine. Sin embargo, a las 21:40, una fuerte explosión interrumpía el silencio: el acorazado comenzaba a hundirse. Segundos después, otra detonación los sacudía violentamente. Durante las tres horas siguientes, los estallidos se sucederían uno a otro mientras los sobrevivientes intentaban ayudarse bajo una lluvia de restos de la embarcación que caían sobre sus cabezas.

Pese al socorro de las flotas españolas más próximas, se estima que más de 260 personas fallecieron. Mientras tanto, del otro lado del mar, Roosevelt asegurará que era “imposible determinar de forma definitiva si fue o no destruido como consecuencia de una traición de los españoles». Eso sí, sin dejar de aclarar que le parecía demasiada “casualidad». Las investigaciones comprobarían que el Maine se hundió por una explosión interna de 5 toneladas de pólvora, pero, para Estados Unidos, fue motivo suficiente para dar comienzo a una guerra muy esperada. La mañana del 24 de abril, más de 30 barcos se acercaban a la isla para iniciar un bloqueo. Sería el fin de cuatro siglos de colonización española en América, el primer paso para la ocupación estadounidense de Cuba.