
- La Semana Trágica |
El calor no daba respiro. El pronóstico auguraba 35° en Buenos Aires y el sol hacía arder los adoquines de las calles. Ese 7 de enero de 1919, cerca de las 15:30, los trabajadores se reunían en la puerta de los Talleres Vasena. Habían acordado juntarse allí para interceptar a los coches que salieran de la empresa e intentar convencer a sus conductores de que apoyaran la huelga. Hacía más de un mes que reclamaban al dueño, Pedro Vasena, por aumento de sueldo, descanso los domingos y una jornada de 8 en lugar de 11 horas. Todo transcurría en calma hasta que, de un momento al otro, se escuchó el primer disparo. Sin tiempo a reacción, se abría fuego contra los huelguistas, y tanto policías como bomberos y parapoliciales ofrecían un cóctel represivo. Eran los albores de la nueva democracia argentina.
Pese a las dos horas de violencia y a los cientos de municiones utilizadas, no se logró doblegar a los trabajadores. Si bien nunca hubo datos oficiales por parte del Gobierno de Yrigoyen, se sabe que 4 personas fueron asesinadas y varias resultaron heridas. Al día siguiente, la huelga de Vasena pasó a ser general y los locales anarquistas se llenaron de gente que se acercaba a despedir a quienes habían caído. Para ese entonces, la ciudad entera era una tumba. Sin embargo, ni aun así hubo respiro: uniformados se harían presentes para reprimir en los velorios y, en poco tiempo, los muertos pasaban a ser entre 12 y 50. Una vez más, no habría datos oficiales.
Los días siguientes se vivirían en medio de una sociedad militarizada. Ejército y marina recorrían las calles mientras la reciente Liga Patriótica Argentina -grupo parapolicial de ultraderecha integrado por jóvenes de familias ricas- se movía con libertad y aval legal para sembrar la xenofobia, la persecución y el odio a las ideas anarquistas y socialistas. Para ese entonces, con las cárceles y comisarías atestadas, se corrió la voz de que todo era parte de una conspiración ruso-judía para establecer un régimen soviético. Así, el día 12, parapoliciales con brazaletes y escarapelas argentinas salieron a las calles para llevar a cabo el primer pogrom que se registra en la historia de Latinoamérica.
Si bien se habla de más de 700 personas asesinadas, decenas de desaparecidas -principalmente menores y jóvenes- y 5000 heridas, los Gobiernos nunca dieron información. Hubo torturas y deportaciones, se quemaron bibliotecas, imprentas, locales sindicales y anarquistas. Eran los primeros pasos de una democracia que, en poco tiempo, dejaba un fuerte precedente para quien osara reclamar por sus derechos. Luego de tanta sangre y lucha, parte de los reclamos fueron conquistados. Pero la oligarquía comenzaba a tomar nota. Días después, los bancos ofrecían cuentas para apoyar a la Liga Patriótica y el Gobierno hablaba de «subversión». A su vez, el diario La Nación llevaba calma y «gratitud hacia los capitales extranjeros»: estaba todo controlado. El poder y sus medios, una vez más, trazaban a fuego la grieta con el pueblo.