LA CAUSA DE LA JUSTICIA

  • La caída de Fernando Abal Medina y Carlos Ramus |

Dos personas ingresaron al bar La Rueda y dieron una rápida mirada. Eran las 20:05 del 7 de septiembre de 1970 y el lugar se encontraba vacío. Caminaron hacia una mesa, junto a la ventana, y se sentaron. El dueño del lugar los observó desde la barra, como intentando recordar algo. Sus rostros le resultaban familiares y no le faltaba razón. Lo raro, seguramente, fue verlos sentados allí, tranquilos, en el salón de su local. Afuera, un Peugeot 404 aguardaba en la puerta y su conductor miraba atentamente de un lado al otro. En un momento, detrás del mostrador, el dueño levantó el teléfono y, en la comisaría, un oficial escuchaba que dos de las personas más buscadas del país se encontraban en La Rueda, cerca de la estación de William Morris.

Quince minutos después, justo antes de que Savino Navarro ingresase para reunirse con sus dos compañeros, un patrullero estacionó cerca del Peugeot. Frente al volante, Carlos Ramus había observado cada movimiento de los policías con suma atención. Su rostro, al igual que el de sus compañeros que se encontraban dentro, ya era conocido en la sociedad. Unos pocos meses atrás, la noticia del fusilamiento del exdictador Aramburu había sacudido al país y el nombre de Montoneros y sus integrantes habían ocupado los medios. Ahora, miles de afiches con sus caras y la palabra “denúncielos” empapelaban la ciudad. Las puertas del patrullero se abrieron y cuatro policías bajaron. Dentro, Fernando Abal Medina, Luis Rodeiro y Navarro se mantenían alerta. Cuando dos de los oficiales atravesaron la puerta, Navarro atinó a sacar un revólver. Fernando, discretamente, lo frenó en el acto.

Los oficiales se acercaron a la mesa, les pidieron los documentos y Abal Medina mostró una chapa de policía. Sin más, los uniformados se despidieron y fueron hacia la puerta. Todo parecía haber terminado bien. Sin embargo, recién era el comienzo. Para ese momento, los otros dos policías le pedían documentos a Ramus, quien, sin salir del auto, sacó una pistola y una granada. El explosivo detonó en sus manos, le causó la muerte y alertó a sus compañeros. Desde el piso, Abal Medina comenzó a disparar. En medio de la balacera, comprendió que el tiempo los apremiaba y que debían buscar una forma de salir lo más rápido posible. Cuando se puso de pie para actuar, un tiro certero le daba en el medio del pecho.

Navarro logró escapar hacia la casa vecina y Rodeiro, desarmado, fue detenido. En el Peugeot, la policía encontraría nombres de gente de la organización y la prensa informaría sobre los hechos. Dos dirigentes montoneros se habían salvado por llegar unos minutos tarde. Sus nombres eran Norma Arrostito y Mario Firmenich. Cuatro días después, en el cementerio de la Chacarita, la policía obligaba a retirar una bandera argentina de los féretros y Carlos Mugica despedía a quienes «se comprometieron con la causa de la justicia», para luego ser detenido a la salida. En cuestión de minutos, la hasta el momento breve historia de Montoneros había cambiado para siempre.