EL CUERPO EN LA CALLE – Entrevista a Nora Cortiñas

Por Paula Kearney | Entrevista: Luciano Colla y Paula Kearney |

«El mundo gira y nosotros estamos dentro de ese mundo», dice Nora Morales, quien en 1950 se casó con Carlos Cortiñas y, siguiendo la costumbre de la época, pasó a ser Nora Cortiñas. La desaparición forzada de su hijo Gustavo en 1977 de algún modo la cambió de mundo o, mejor dicho, cambió su punto de vista sobre ese mundo dentro del cual estaba, y esa mirada siguió girando con el mundo mismo, siempre a contrapelo. De ama de casa, madre, esposa y costurera, llegó a ser referente ineludible de quienes luchan por la dignidad de las personas. Su maternidad se hizo política; su cuerpo, su herramienta; y la plaza, y la calle, su lugar.

El mundo gira y Nora, dentro de él, observa. Observa que en ese girar del mundo hay una repetición, «en la historia y en la lucha: los mismos deseos de vida digna para los habitantes de este mundo». Pero la observación no es contemplativa. Actúa, siempre actúa: el cuerpo en la calle. Ese es el guante que levantó en 1977: «Las luchas de nuestros hijos e hijas hoy están dadas de la misma manera en nuevas generaciones. Yo, por ejemplo, tomo un afiche de hace treinta o cuarenta años y veo que se repiten los mismos reclamos, el mismo rechazo a este avasallamiento de los derechos de los pueblos…. Y veo que se vuelve a repetir. Lo mismo que la búsqueda del bienestar, que es la misma, que sigue estando, y vemos que tenemos pérdidas, recuperaciones cuando hay una lucha muy fuerte, y tenemos que volver a ponernos, otra vez, a luchar para rechazar ese avasallamiento de los derechos de los seres humanos».

PH: Facundo Nívolo

– Como mujer, ¿cómo era encarar una lucha en la calle cuando empezaron las rondas y cómo es ahora? ¿Cómo ves ese avance?

– Las luchas son las mismas, pero hay un potencial nuevo, especialmente en las mujeres. Un avance que costó muchos años de luchas, de indiferencia hacia esas luchas de las mujeres. Ahora se ha pegado un salto importante, y el salir a la calle, el hacer la protesta colectiva, ha hecho que se cambiara ya la presencia de la mujer, justamente, en la calle, en la decisión de la mujer de romper con el silencio. 

– Cuando comenzaste tu militancia, a partir de la búsqueda de tu hijo, con las otras Madres, ¿tenías vínculo con el feminismo?

– No. No, para nada.

– ¿En qué momento sentís que se volvió ineludible acompañar las luchas del feminismo, o en qué momento sentís que las hiciste propias?

– Creo que fue de manera espontánea y fue en avance por el mismo cambio del mundo. No hay fechas que digas «tal día yo empecé a ver esto así». No. La vida diaria, las vivencias hicieron que se compartieran momentos nuevos. Yo no era feminista ni entendía el feminismo. No me interesaba tampoco, porque lo encontraba lejano a mi modo de vida -un modo de vida tradicional, de familia- y de golpe fue sucediéndose todo. No fue buscado, fue sucediéndose, como la lucha nuestra, que es visceral. Fue y es visceral, y está en el día a día, está en el sentimiento. Así es todo lo que fue pasando en mí con respecto al feminismo. Darme cuenta y empezar a mirar con otros ojos, con otra mirada, mi vida diaria, mi entorno, mi desarrollo.

– En ese sentido, y con respecto a los procesos históricos que te ha tocado vivir, ¿cuáles son las características comunes y las resistencias, con las diferencias que ves en cada uno?

– Bueno, una en especial es la ambición de los países potentes por las riquezas que hay todavía en el mundo. La tierra es el principal objetivo para que se repitan estos procesos de la ambición del poder para tener más. Para tener esas luchas por la apropiación de riquezas: el agua, el petróleo, los bienes para el consumo, la tierra en sí. Entonces, se vuelven a repetir procesos que van enmarcados en ese apetito desmesurado que hay por tener los bienes que tienen otros países.

– En este marco, ¿cómo evaluás el concepto de democracia y cómo entendés hoy los sistemas de representación? La función que cumplen o las salidas que nos ofrecen…

– Todo cuesta mucho. Es muy difícil. El mundo está convulsionado, hay guerras permanentes, algunas que ni nos enteramos. La ambición del ser humano es desmedida. El día a día es la ambición de poder que no para, que es permanente. Todo eso es parte de un desarrollo que no tiene una fecha de comienzo ni de salida o de conclusiones. Es así el mundo. El mundo gira y nosotros estamos dentro de ese mundo. Entonces, las propuestas de cambio son propuestas que se hacen, pero que vienen con el desarrollo diario del mundo.

– ¿Cómo ves el papel que cumplieron los organismos internacionales y las ONG, como Amnistía Internacional o la ONU, cuando ustedes comenzaron la lucha de Madres y qué papel cumplen hoy?

– Yo no creo que crezcan o que se enriquezcan con el desarrollo. Creo que de acuerdo con los acontecimientos se va actuando, pero que todavía hay mucho atraso para que se humanice este mundo en que vivimos, que es de la disputa, que es de la ambición. Entonces, los organismos funcionan de acuerdo con los acontecimientos. Los acontecimientos son los que se hacen de esa ambición de poder y de avasallamiento de los derechos del otro. Estamos en la mira de muchas ambiciones, y así se va desarrollando también la actitud de los organismos internacionales y de los nacionales. Estamos siempre en un camino que no está a la altura del avance de la violencia que hay y de esa ambición desmedida que provoca estas situaciones de invasión, de guerra, de este avasallamiento de los derechos del otro.

– ¿Ves alguna salida con respecto a la justicia transicional?

– Yo no acepto la justicia transicional. No la acepté nunca. En algunos países está puesta en funcionamiento, como en Colombia, como en Sudáfrica, que se puso hace muchos años y no dio resultados. El ser humano requiere la justicia para crímenes horrendos. No hay otra salida. No hay salidas de contemplación. La justicia transicional es una especie de transición en la que no se llega a nada, los crímenes se vuelven a cometer y seguimos siempre en un estado de vigilia de lo que es la justicia, y vigilia de lo que es la repetición de esos crímenes. Por eso nosotros acá la pelearemos. Han intentado ir imponiéndola, muy solapadamente, pero eso acá no va a funcionar. Acá seguiremos peleando por la verdad y por la justicia y, además, nosotras, las Madres, decimos: «No a la reconciliación», de ninguna manera. La justicia es la cárcel, como corresponde. La privación de la libertad al asesino para que no vuelva a ocurrir. Si se procediera de esta manera, este tema que vivimos hoy, que es un gran drama, que es el femicidio, no se volvería a repetir. Pero falta ese paso para dar, de la firmeza para que haya justicia.

– No queríamos dejar afuera el tema de los Espacios de la Memoria, puntualmente la ESMA, como el centro clandestino de detención más grande que funcionó en el país, ¿cómo entendés que debería funcionar un Espacio de la Memoria?

– Como funcionan. Nada más que, de acuerdo con la ideología de los gobernantes, también es cómo funcionan. La Justicia y los Espacios que son de Memoria, Verdad y Justicia también funcionan de acuerdo con la ideología. Si uno tiene un Gobierno fascista, la Justicia va para un lado, y eso es lo que hay que tratar de modificar, de no repetir, y tener claro que influye mucho la ideología en lo que hace al campo de la memoria, de la verdad y de la justicia.

Nora Cortiñas increpa a Monseñor Zaspe, 1981. PH: Pablo Lasansky

Tomando el mito de Sísifo, ¿cómo evaluás la lucha de las madres?

– Y bueno, es parecido. Pero acá no son caídas. Son desilusiones que nos fuimos llevando. Desilusiones por la actuación de la Justicia, de casi todos los políticos, de una parte de la Iglesia. Pero las Madres transformamos el dolor en lucha y superamos muchas cosas que nos pasaron, que no eran de lo más agradables. Sin embargo, tenemos que decir, con mucha pena, que ante cada Madre que se muere pensamos: «Cuánto mejor si nos hubieran abierto los archivos, nos hubieran dicho…» y no irse una de esta vida con la incertidumbre de no saber qué le pasó a su hijo o a su hija. Entonces, en todo este caminar, las caídas son desilusiones que las remontamos en seguida, superando la amargura de la desilusión con parte de la sociedad y muchos políticos. Nosotros tuvimos las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, los indultos. Primero, la negación de hacer los juicios, que, hasta que no se hicieron en España, en Italia, en Francia (países en los que la Justicia se condolió con nuestro dolor y nuestra búsqueda), no logramos que se hicieran en Argentina. Entonces, son grandes obstáculos, pero no son caídas. Porque, cada vez que tuvimos noticias que han buscado demolernos en nuestra búsqueda, salimos adelante y nos levantamos con toda la fuerza. La fuerza que nos dan nuestras hijas e hijos, y nuestras familias, y una parte muy importante de la sociedad, que hace que no decaigamos en ningún momento y que podamos estar un día más tristes que otro, por qué no, o que algún día tengamos ganas de llorar, por qué no, pero es parte de esta lucha y del amor a nuestros hijos e hijas, y del amor que nuestros hijos e hijas volcaron por su pueblo.

Hay un momento, quizás un instante, en que la piedra está en la punta de la montaña, y en el que Sísifo aún no sabe que volverá a caer y deberá volver a levantarla. Nora contó, alguna vez, que lloró la primera vez que un juez tomó un habeas corpus que había presentado por Gustavo, ilusionada con que finalmente se le haría lugar. Pero no. Al día de hoy, Nora busca a Gustavo. Lo único que sabe, más de cuarenta años después, es que las Fuerzas Armadas lo secuestraron en la estación de Castelar, la mañana del 15 de abril de 1977, cuando esperaba el tren para ir a su trabajo. Ni los habeas corpus, ni las cartas al papa, ni las audiencias con funcionarios judiciales y de gobierno, ni las rondas de cada jueves en la plaza, ni las marchas de cada 24 de marzo, ni el apoyo mundial fueron suficientes para que el Estado argentino y el Vaticano terminaran de abrir todos los archivos de todas las áreas en las que pueda haber algún otro dato de Gustavo. Y, sin embargo, ya no se trata de Nora buscando a Gustavo. Lo que comienza como una búsqueda individual, en seguida, se hace colectiva. Son Madres buscando a 30.000 hijas e hijos, a las que luego se suman Abuelas que buscan a sus nietos y nietas. La lucha de las Madres, en su origen, no es una lucha, sino una búsqueda. Hoy, siguen buscando y, además, hacen carne las luchas de sus hijas e hijos. Levantan sus banderas y las actualizan.

El mundo gira. Sísifo levanta la piedra. Nora está en la calle.

*Entrevista publicada en revista Livertá! edición marzo-abril 2019.