EL MERCADO DE LOS CUERPOS FEMENINOS – Entrevista a Magui Bellotti

Por Paula Kearney |

La mujer, la puta, la cuidadora, la sexy liberal, la madre, la trabajadora, la señora y la señorita. La construcción social de los cuerpos femeninos y la prostitución como modelo de sexualidad. La feminista y abolicionista Magui Bellotti nos muestra los hilos que componen la red del modelo de explotación más antiguo del mundo: la prostitución.

¿Qué te resuena cuando se habla de la prostitución como el oficio más antiguo del mundo?

Me resuena como una afirmación falsa, que intenta ser justificativo de la prostitución. Porque, justamente, si es el oficio más antiguo del mundo, es una cuestión ahistórica, algo que siempre ha sucedido, casi del orden de la naturaleza o, por lo menos, del orden de la existencia misma de la especie humana. Entonces, esa es una afirmación falsa. Yo no sé cuál es el oficio más antiguo del mundo, posiblemente sea el de partera o recolectora, pero sí sé que la prostitución aparece con las sociedades patriarcales. Es decir, que tiene que ver con relaciones de poder, principalmente entre varones y mujeres, y también con relaciones de clase. Por eso creo que no es el oficio más antiguo del mundo, sino una de las explotaciones más antiguas, justificativa de un derecho masculino de apropiarse de la sexualidad de las mujeres y las niñas: apropiarse de su cuerpo, de su capacidad reproductiva y de su trabajo. Precisamente, la prostitución significa la subordinación al deseo masculino. Significa que el deseo masculino es el único que vale. La mujer o niña que está sometida a ese deseo no importa si desea o no. Eso es secundario. Ella está al servicio de satisfacer el deseo y las necesidades masculinas.

Magui Bellotti, segunda a la izquierda, en el Encuentro Nacional de Mujeres en Río Hondo,1990.

¿De qué concepto de cuerpo hablamos en las diferentes fases históricas del patriarcado?

A ver, la capacidad ontológica reproductiva de las hembras de la especie humana, en un momento determinado de la historia en que los varones descubren que tienen un papel en la reproducción, es transformada en una relación de opresión. Es decir, que no es que del cuerpo mismo nazca la opresión, sino que ese cuerpo es leído y significado como un cuerpo que genera productos, que son hijos o hijas, que son útiles para la producción, o que son -en las clases más altas- útiles para la transmisión de la herencia. Esto atraviesa distintos momentos de la historia, pero el problema es que, más allá de los distintos significados que se le puedan atribuir a los cuerpos, lo cierto es que esa capacidad reproductiva que tienen los cuerpos de las hembras de la especie humana ha convertido a estas hembras en mujeres. O sea, en ocupar un lugar social subordinado, porque ser una mujer en definitiva es eso, no la feminidad. La feminidad puede ser un atributo, pero lo fundamental es cuál es el lugar social que ocupan mujeres y varones en función de cuerpos significados socialmente.

En este sentido, ¿qué función cumple la prostitución dentro de la sociedad?

Hay momentos históricos en que hay una distinción muy clara entre la mujer casta y pura, destinada al matrimonio, y la mujer prostituida. Ambas estaban destinadas a los hombres: a la propiedad individual de un hombre en el matrimonio o a la propiedad colectiva de todos los hombres en la prostitución; en una división muy estricta entre las putas y las santas, o las buenas y las malas. Pero en este momento, si bien esta idea pervive en el fondo, se ha desarrollado una concepción de la prostitución como una forma de sexualidad -cosa que yo no comparto- y se atribuye ese lugar de la prostitución como uno de los atributos de la feminidad actual. O sea, que a las mujeres hoy se les pide que no solo sean buenas esposas y madres, sino mujeres hipersexualizadas. Hay mucho de las ideas y de las prácticas de la prostitución que aparecen incluso en revistas femeninas. Se pueden leer cosas como: «Cómo satisfacer a un hombre», o «Cómo mantenerlo», etcétera. Es como que el mundo de la prostitución ha impregnado al mundo de las relaciones entre los sexos. Esta es una característica de la etapa actual: ya no se pide pureza de las mujeres, sino que sean buenas en la cama y que, aparte, las que son casables, que sean buenas madres. Incluso, en las mujeres en prostitución, el tema de la maternidad es muy fuerte, porque también tienen muy presente el mandato de la maternidad. Ese es un mandato que desde el siglo xviii -que es cuando aparece el concepto de maternidad tan ligado a la estructura social-, ya sean madres solas o madres con pareja masculina o femenina, sobrevive a los últimos cincuenta o sesenta años de grandes cambios en el terreno de la sexualidad.

Magui Bellotti

Este cambio en que la mujer debe ser buena esposa, buena madre y buena en la cama, ¿En qué momento se da y sobre qué se apoya? Pienso en los medios de comunicación…

Mirá, como todos los cambios, ha habido un proceso de cambio. Yo puedo situar un momento importante en los años 60, cuando se produce la llamada revolución sexual, donde aparece toda una literatura -sobre todo en Estados Unidos- de hombres que tratan a las mujeres como seres puramente sexuales, pero a su servicio. Es decir, como objetos sexuales y con un enorme desprecio hacia ellas. Este proceso de liberación sexual con signo masculino -si bien muchas mujeres accedimos a la sexualidad en ese momento- tenía un signo de dominio masculino y de heterosexualidad. Contra esa sexualidad nos revelamos desde el feminismo para generar la propia libertad sexual. De ahí surge también la crítica a la heterosexualidad obligatoria, el lesbianismo como una parte de la vida de las mujeres y como un continuo en la lucha de las mujeres, el cuestionamiento al orgasmo vaginal, la reivindicación del clítoris, la reivindicación de relaciones más pares… O sea, es un período de rebelión contra eso. Pero, como toda revolución, tiene su reacción. En todos los avances hay actores que buscan el retroceso de esos avances. Entonces, lo que se empieza a establecer -sobre todo a partir de los años 80- es la prostitución como modelo de libertad sexual. Conjuntamente, la prostitución se convierte en un gran negocio: ya no es el pequeño burdel, es el gran negocio internacional que se vincula con la trata de personas que, fundamentalmente, es un medio para proveer mujeres y niñas al mercado de la prostitución. Para darte una idea de la dimensión del problema: en diez años se traficaron treinta millones de mujeres desde y hacia el sudeste asiático, mientras que en cuatro siglos de esclavitud se traficaron diez millones de esclavos. Este negocio tiene que ser sostenido no solo con dinero, sino con ideología y con cultura. Así que sí, los medios de comunicación juegan un papel fundamental, como la literatura y las organizaciones de mujeres que se llaman a sí mismas «trabajadoras sexuales». Eso no es casual, porque aparecen por primera vez a mediados de los años 70, es decir, con un auge del feminismo y de la crítica a esta sexualidad androcéntrica. Había que darle una respuesta al feminismo, y tenían que ser las mujeres las protagonistas. Ese es el tema que genera tanta confusión. ¿Cómo? ¿Nos enfrentamos entre mujeres? No. Nos enfrentamos al proxenetismo, que en este caso está expresado por mujeres, como en el viejo reglamentarismo de los siglos xix y xx, cuando, en otro orden de cosas, las mujeres eran las madamas, las que estaban al frente de los prostíbulos, sin ser las dueñas. Ahora, quienes están al frente de esta postura que considera que la prostitución es un trabajo como cualquier otro, y que incluso es muy glamoroso y muy empoderante, y que significa una superioridad de las mujeres sobre los hombres, también son mujeres. Si bien hay algunos sindicatos de trabajadoras y trabajadores sexuales que han sido fundados por hombres, como en Australia u Holanda, hay una impronta fuerte de la presión de mujeres en esto. Entonces ahí vemos el proceso en que se unen los negocios con una cultura donde se coopta la apertura hacia la sexualidad. Por un lado, hay una posibilidad de una sexualidad más abierta, más plural, más libre y, por otro lado, la respuesta, que es esta cooptación de la libertad bajo la forma de dominio que es la prostitución.

¿Creés que hay algo de malicia o de falta de autoconciencia entre los movimientos de mujeres que se llaman trabajadoras sexuales?

Yo creo que hay intereses, pero puede haber distintos grados de conciencia. Algunas compañeras que hoy son abolicionistas, que están en la Asociación de Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos (AMADH), cuentan que a mediados de los 90, cuando la CTA (Central de los Trabajadores de Argentina) las recibe, y les dicen: «Compañeras, ustedes son trabajadoras», ellas se sintieron muy bien, porque después de haber sido tan maltratadas, tan manoseadas, tan ninguneadas, que alguien les diga: «Ustedes son trabajadoras como nosotros» fue un motivo de alivio y hasta de orgullo, hasta que empezaron a darse cuenta de lo que eso significaba, que entre otras cosas era que tenían que quedarse ancladas en la prostitución. Entonces hay todo un sector que comienza a rebelarse y se separa de AMMAR (Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina). Sí, hay compañeras que sienten que esto les da alguna herramienta, pero también están las cuestiones burócratas, la ocupación de cargos, donde ya hay otra cuestión, porque están sosteniendo la mal llamada industria del sexo. Y luego están las académicas, que jamás se han parado en una esquina ni han estado en un prostíbulo, que están defendiendo la prostitución como un trabajo y hasta como una elección. Con respecto a la sindicalización, creo que merece una reflexión especial. Para vos estar en un sindicato, tenés que ser una trabajadora o un trabajador en relación de dependencia, igual que para tener derechos laborales. Las y los trabajadores autónomos no tenemos derechos laborales, ni firmamos convenios colectivos con nadie, ni nada por el estilo. Por eso, hablar de sindicato implica hablar de un patrón, de una relación de dependencia. ¿Quiénes son los patrones en la prostitución? Son los proxenetas. Entonces, implica una legalización del proxenetismo. Significa que la explotación sexual deje de ser un delito para convertirse en una explotación económica como cualquier otra. Otra cosa es la criminalización de las personas en prostitución, que no están comprendidas en el Código Penal, sino que resultan perseguidas por los códigos contravencionales y de faltas, que son resortes de cada provincia, que son inconstitucionales, pero están aún presentes en diecisiete provincias y venimos trabajando para derogar esos artículos.

En relación a la llamada industria sexual, ¿Qué papel juega el porno, y el recientemente surgido porno feminista?

La pornografía en realidad es la pedagogía de la prostitución. La pornografía dominante es la que tradicionalmente conocemos, donde las mujeres son violentadas, violadas, y hasta a veces asesinadas. El porno feminista ocupa un lugar muy secundario, o sea, que está legitimando la pornografía sin tener poder real como para aparecer como una nueva pornografía. En ese porno también son las mujeres las que son cosificadas, entonces, es muy difícil cambiar las características centrales de la pornografía o de la prostitución, porque una simboliza a la otra. Yo no creo en el porno feminista, porque no creo que el feminismo pueda avalar ninguna forma de cosificación ni de violencia en el campo de la sexualidad.

Magui Belloti junto a otras mujeres en el Encuentro Nacional de Mujeres de Bariloche, 1999.

En las últimas décadas, empiezan a aparecer varones que tienen prácticas que antes eran exclusivas de las mujeres, como la depilación, la cama solar…

Sí, los famosos varones metrosexuales. Es un fenómeno que también implica una subordinación a unas ciertas modificaciones o a ciertas agresiones sobre el cuerpo, pero se da en el marco de una relación de poder muy diferente. Esos hombres siguen siendo hombres, con mayor poder social que las mujeres, e incluso que otros hombres. Los metrosexuales no son los obreros de la construcción. Son, en general, hombres de sectores medios, profesionales, ejecutivos. Es decir, hombres con poder social que se plantean ser más bonitos, tener una imagen mejor, ser más atractivos, subordinándose a los dictados de la moda, es cierto, pero en una relación de poder muy diferente.

En este marco, ¿cómo se construye la masculinidad?

Creo que la masculinidad se construye de dos maneras, que son una sola en realidad: se construye sobre el dominio de las mujeres. Esa es la característica principal de la construcción de la masculinidad, y se construye también como competencia con otros hombres y como búsqueda de la aprobación de los otros hombres, porque entre ellos también hay jerarquías y relaciones de dominio y explotación, pero todos comparten esa forma de explotación de las mujeres. Entonces creo que esa masculinidad metrosexual es un símbolo de distinción de clase entre varones.

Pienso en esta diferenciación de clase en relación con la prostitución. La imagen de la prostituta pobre y la imagen de la película Mujer Bonita, o la idea de la prostitución VIP…

Mujer Bonita es una fantasía. Yo no creo que podamos hacer, como hacen algunas compañeras abolicionistas, una diferencia entre burguesía y proletariado dentro de la prostitución. La inmensa mayoría de las mujeres prostituidas son pobres. Hay un grupo que puede tener una mejor situación, pero es un grupo muy reducido y tampoco tienen una vida de lujo. Puede haber alguien que tenga una prostitución ocasional en el mundo del espectáculo y que pueda tener una vida lujosa, pero eso no es una cantidad representativa como para poder hacer un análisis de la prostitución, por ejemplo, sobre la base de Moria Casán, y la menciono a ella porque ha reconocido expresamente que ha tenido sexo por dinero. Pero la inmensa mayoría son pobres. Puedo conocer a alguna que se ha comprado un departamentito, eso es lo máximo, pero no conozco a ninguna rica.

La prostituta pobre es histórica…

Ahora está esta idea de una prostitución glamorosa, y hay estudiantes que dicen que se pagan los estudios siendo prostituidas, pero en otras épocas de la historia la prostitución ha sido siempre de mujeres pobres, que a lo sumo podían ascender en la escala de la red de prostitución siendo madamas y teniendo un poco más de dinero, pero todas terminaban muriendo pobres. Y en la actualidad esa es una realidad cada vez mayor. El 80 % de las personas más pobres del mundo son mujeres. Eso te da una pauta de que las mujeres son las más pobres entre los pobres, entonces, es muy común que la prostitución sea una opción, porque siempre está disponible en la vida de las mujeres, porque siempre están los cuerpos de las mujeres disponibles para el deseo masculino.

¿Cuáles son las urgencias del abolicionismo en una sociedad prostituyente en la que los cuerpos, el tiempo, las subjetividades están mercantilizados?

Hay tres cuestiones fundamentales sobre las cuales avanzar: La primera tiene que ver con esta cuestión que mencionaba antes de no criminalizar a las personas en prostitución. La segunda, y esto es fundamental, el acceso a derechos económicos, sociales y culturales efectivos. Es decir, vivienda, salud, educación, capacitación laboral, trabajo digno y jardines maternales para todas las mujeres que están en situación de vulnerabilidad social. Hay que generar condiciones para que las mujeres que están en prostitución puedan salir de ahí, y para que las que no han entrado, pero están en situación de vulnerabilidad social, no entren. Esto sin dudas implica un cambio económico y exigirle al Estado que cumpla su deber central, que es garantizar derechos, que no los está garantizando. Y el otro tema es la necesidad de campañas de prevención, porque en este momento se está captando a niñas adolescentes en los barrios y en las universidades. Se las está captando con un discurso proxeneta que es ayudado por estas organizaciones como AMMAR, que presentan a la prostitución como un trabajo como cualquier otro, empoderante, glamoroso, en el que les aseguran que los clientes las van a tratar bien, que van a tener tiempo libre, etcétera; o si no las enamoran. Hay una masificación muy importante de la prostitución en este momento, entonces, la prevención es fundamental. Esas campañas tienen que ir dirigidas no solo a que las mujeres no entren en prostitución, sino a que los varones no sean prostituyentes. Hay que desalentar el consumo de prostitución.

*Entrevista publicada en revista Livertá! edición enero-febrero 2019.