HEMOS GUARDADO UN SILENCIO BASTANTE PARECIDO A LA ESTUPIDEZ

  • El genocidio y la apropiación de América |

A la historia europea se la conoce bien. Paradójicamente, en América, muchas veces, más que a la propia. Cómo llegó Europa a ser lo que es hoy, también. Sobran las páginas de saqueos, genocidios, usurpaciones y de las crueldades más monstruosas de las que el ser humano fue capaz. Así, se construyó un imperio que atravesó continentes, que destruyó culturas y etnias a lo largo de los siglos. Sin dudas, la más brutal comenzó el 12 de octubre de 1492. Aquel día, gracias al financiamiento de los Reyes Católicos de España, Cristóbal Colón y su tripulación desembarcaron en las playas de Bahamas creyendo que habían llegado a Japón. Rápidamente, la Iglesia Católica le dio carácter sagrado a la conquista. A partir de ese momento, el reino de Dios se hacía cada vez más grande.

Ya en tierra firme, los colonizadores devastaron todo a su paso. Sometiendo pueblos, asesinando y violando, la «Nueva España» se apropiaba de tierras y bienes. Hernán Cortés y Francisco Pizarro se cansaron de enviar a la reina, entre cartas y esclavos, barcos repletos del oro y la plata de México. Tesoros aztecas que nunca saciaban a esos “puercos hambrientos que ansían el oro”, recuerdos de ríos de sangre, ciudades en llamas y la ambición desmedida por hallar El Dorado. Conforme fueron avanzando, se irían desplegando las crueldades de la inquisición y la evangelización.

Al llegar a Potosí, dieron con el cerro del que manaba plata. Una fuente inagotable que, poco a poco, irían vaciando entre fiestas y exterminios. El inca Atahualpa fue asesinado no sin antes exigirle miles de kilos en oro y plata, y poblaciones enteras sacrificaban a sus descendientes para luego quitarse la vida antes de ser esclavizadas. La nueva civilización destruyó un mundo, masacró culturas e instaló iglesias. Comercializó personas, animales, explotó la tierra, robó a placer y dejó enfermedades que arrasaron el continente. Atrás llegarían los franceses, portugueses, británicos, holandeses y, año a año, nuevos dueños reclamaban su parte de la torta. El mundo estaba a su merced.

Mientras las cartas contaban cómo los “indios” eran comprados y vendidos, el papa se tomaba un segundo para aclarar que esos seres inferiores también tenían alma. Como contracara de este genocidio, están las páginas más justas y dignas: las de la resistencia y la revolución. Desde Túpac Amaru hasta las luchas mapuches, hombres y mujeres dejaron la vida combatiendo al invasor, y gracias a ellos, aún hoy, su sangre sigue habitando sus tierras. Las matanzas que inició Colón nunca cesaron. Más de cinco siglos de masacres y robos siguieron cubriendo Latinoamérica, cada uno con sus formas, con sus verdugos, oligarquías y aristocracias. A día de hoy, el pueblo continúa resistiendo bajo la bota del imperialismo. Se sigue demandando una justicia que, tarde o temprano, llegará.