EL PROFESOR

  • Wladímirovich, el anarquismo expropiador y el primer asalto con fines políticos en la Argentina |

Tras seguir las pistas, la policía llegó a Misiones. Todo indicaba que la dirección era correcta y, finalmente, detendrían al responsable de un robo que tenía a la prensa ocupada desde hacía días. Era el momento esperado. Sin embargo, algo extraño estaba por ocurrir. En el domicilio, los oficiales se encontraron con un personaje que distaba mucho de sus parámetros estipulados de lombrosianismo social. Perplejos, arrestaban a un profesor ruso de 43 años, autor de varias obras, médico y biólogo. La noticia rápidamente generó una disyuntiva en los preconceptos de la sociedad, hasta el punto de que el gobernador de la provincia pidió conversar a solas con él. La prensa no sabía cómo tratar el tema y mucho menos cómo explicarlo. Mientras tanto, distintas autoridades hacían fila por una foto con el detenido. Y la historia recién empezaba.

Días atrás, el 19 de mayo de 1919, un matrimonio dueño de una agencia de cambios terminaba la jornada y emprendía el regreso a su hogar. En algún momento, durante el viaje en tranvía, la mujer notó que detrás suyo iba un hombre polaco a quien recientemente había visto observando su local. Alarmada, le advirtió a su marido que, además, un auto parecía estar siguiendo el recorrido. Al llegar a la parada, sus sospechas se confirmaron. Sosteniendo un revolver, el polaco comenzó a tironearles el maletín, mientras el coche aguardaba a pocos metros. Lo que vendría luego sería una balacera con la policía que dejaría al polaco herido, un agente muerto y un trabajador asesinado por los uniformados. El conductor, al ver que el polaco corría sin rumbo, partió.

Las investigaciones posteriores confluyeron en que el cerebro de todo este suceso era el hombre del auto, un ruso anarquista llamado Boris Wladímirovic que se encontraba en Misiones. Según se sabría, había decidido su plan tras la Semana Trágica, donde la burguesía y sus grupos parapoliciales habían instalado en la sociedad la “caza del ruso”. Así, para denunciar los hechos y difundir ideas, Boris se propuso crear una publicación. Pero, para eso, necesitaba fondos. De este modo, se digitaba el primer robo con fines políticos: el comienzo del anarquismo expropiador en el país.

Cuando Boris fue detenido, se declaró culpable. Había decidido cargar con todo él solo. La prensa, aprovechando la ocasión, iría contra el anarquismo y pondría en duda los fines argumentados. La Justicia, por su parte, lo condenó junto con el polaco a prisión perpetua y, meses después, Boris era trasladado a Ushuaia. Allí, cansado y debilitado, daría su última batalla. Tal y como lo había planeado, tras hacerse pasar por loco, fue trasladado al manicomio donde se encontraba Pérez Millán, el asesino del anarquista Wilckens. Si bien no logró estar cerca, ya que el ultraderechista tenía trato preferencial, convenció a un internado de aceptar su revólver y hacer su parte. Así, ya casi con sus últimas fuerzas, lograba vengar la muerte de un mártir del pueblo.