NEO SHOCK LIBERAL

  • El Rodrigazo |

Muerto Perón, María Estela Martínez de Perón asumía la presidencia y algunas fichas comenzaban a tambalear. Una de ellas sería la del ministro de Economía, José Ber Gelbard, quien sería despedido y amenazado por la Triple A. Durante su corto mandato, la presidenta nombraría a seis ministros distintos para el cargo, entre ellos, uno elegido por López Rega que daría un vuelco a la historia del país. Así, el 2 de junio de 1975, asumía Celestino Rodrigo. Aunque tal vez no lo supiera para ese entonces, estaría tan solo 49 días decidiendo el presente y el futuro económico de la Argentina. Un breve período que le sería suficiente para dejar una huella que aún hoy perdura.

A los dos días, Rodrigo anunciaba una política de shock planeada por Ricardo Zinn, ex funcionario del dictador Onganía, hombre ligado a quien sería ministro de Economía de Videla, José Alfredo Martínez de Hoz, y futuro funcionario de la dictadura y de Menem. Según justificaba, la idea del plan era desacelerar la inflación y aumentar la productividad empresarial. Los cambios no tardarían en hacerse notar y, entre otras cosas, se sufriría una devaluación del 160%, un aumento del 180% en los combustibles, del 75% en la electricidad y una fuerte caída del salario real. Adelantando los precios a los salarios, aseguraba, se licuaban las deudas de las empresas y se estabilizaba y liberaba la economía. Tras su discurso, sentenció: «Mañana me matan o mañana empezamos a hacer las cosas bien».

El 28 de ese mes, la presidenta de la nación hablaba por televisión a todo el país pidiendo al pueblo que meditara, que se serenara y recordaba a distintos sectores políticos y gremiales que habían ofrecido trabajar «gratis una hora más por día» para ayudar a Perón. Así, tras ser declarados nulos los convenios, la CGT anunciaba una huelga general de 48 horas, la primera en la historia contra un Gobierno peronista. Una a una, las movilizaciones se fueron dando en todo el país exigiendo el fin de un programa abiertamente antipopular.

El 11 de julio, con su plan ya en marcha, López Rega anunciaba su renuncia a todos sus cargos en el Gobierno. Ocho días después, Rodrigo seguía el mismo camino y el país pasaba más de una semana sin ministro. La economía entraba en recesión, la Argentina al borde del default y el FMI golpeaba las puertas para negociar con la presidenta. Entre idas, vueltas y parches que simulaban tapar agujeros, el programa económico parecía ser, más que un malintencionado error, un ensayo a futuro. El comienzo de una serie de políticas que se profundizarían tiempo después acelerando el camino hacia un capitalismo neoliberal. La democracia, años más tarde, se encargaría de legitimarlo todo.