LA TOMA DE CONCIENCIA

  • El Cordobazo |

Las primeras horas del día ya auguraban que ese 29 de mayo de 1969 no sería una jornada más en la ciudad. Se sentía en el aire. Aunque probablemente no lo supieran en aquel momento, de ahí en más, nada volvería a ser igual. Algo cambiaría para siempre. Cuando el reloj marcó las 11 de la mañana, se dio inicio al paro general en la provincia de Córdoba. Una a una, las columnas obreras arrancaban su marcha lenta y firme para reunirse, tal y como estaba previsto, frente a la sede de la CGT. Se daba comienzo así a una de las rebeliones más justas y memorables de la historia argentina.

Al frente del pueblo se encontraban Atilio López, Elpidio Torres y Agustín Tosco; del otro lado, el dictador Juan Carlos Onganía bajo la autodenominada Revolución Argentina. Se vivían tiempos de una dictadura instalada con la finalidad de seguir al pie de la letra una «doctrina de seguridad» diagramada e importada desde los Estados Unidos, un plan destinado a ser aplicado en Latinoamérica para mantener el orden deseado y dar cauce a las necesidades del norte. Se encontraban abolidos los partidos políticos y los años venideros serían recordados como tiempos de puebladas, ajuste, represión y torturas policial y militar: los comienzos de una Argentina derecha y humana.

Aquel día, mientras las columnas confluían en el cruce de dos calles, la policía recibió órdenes de comenzar a reprimir y arrojó gases desatando lo que sería una batalla campal en plena ciudad. Inmediatamente, el pueblo se levantó y contraatacó con piedras, molotovs o haciendo fogatas y barricadas. Poco a poco, con el apoyo de la población que ayudaba desde las casas y techos, la lucha comenzó a hacerse cosa del pueblo entero. A las 12:30 corrió la noticia de que la policía montada había fusilado al obrero Máximo Mena. El asesinato desencadenó en que cerca de treinta mil personas salieran a las calles para sumarse a la lucha y echar a la policía. Para la 1 de la tarde, el pueblo ya había tomado casi todo el oeste de la ciudad y se respiraban aires de que la dictadura podía ser vencida.

A las pocas horas, tras ver que la policía había sido derrotada, Onganía envió al ejército a tomar sindicatos y secuestrar dirigentes. El toque de queda no fue respetado por la gente que se mantuvo en las calles en lo que fue una noche de fogatas y disparos cruzados. Al día siguiente, el enfrentamiento continuó, demostrando que el Cordobazo ya era el principio del fin de la dictadura. El sábado 31, el ejército calmó las protestas, pero ya había sido vencido. Lo que nació como una concentración pacífica se transformó en una insurrección histórica, tal vez de las más dignas luchas por los derechos y la libertad. Y si bien el Cordobazo no fue un hecho aislado, queda el análisis de cómo las masas unidas pueden rebelarse para fundar nuevos tiempos gestados sobre la solidaridad y la dignidad. Lejos de los intereses burocráticos y más cerca de quienes, como Tosco, se paran junto al pueblo.