
- La noche de las barricadas en el Mayo Francés |
Como en tantos otros sucesos de apariencia anecdóticos, puede que nadie haya podido reparar, ese día, que se estaba dando comienzo a algo mucho más grande. Una simple chispa que se prendía en una comuna y se expandiría como fuego encendiendo el país. Ese 8 de enero de 1968, un estudiante anarquista llamado Daniel Cohn-Bendit desafiaba públicamente a un ministro en la Universidad de Nanterre en medio de un abucheo generalizado. Eran las nuevas generaciones que enfrentaban al orden emergente que se establecía tras la Segunda Guerra Mundial. Había que transformar la sociedad, la política y la cultura instalada. Si el futuro no prometía nada, entonces, había que cambiarlo todo.
Mientras el capitalismo pisaba con fuerza, el pueblo de una pequeña isla hacía una revolución histórica a la vista del mundo y a escasos kilómetros de los Estados Unidos. Mientras tanto, las colonias en África se levantaban en gritos de independencia, Latinoamérica ebullía al calor de la lucha, y la oposición al imperialismo que invadía Vietnam no dejaba de crecer. En Francia, por su parte, aún ardían Indochina y la memoria de Argelia. El 22 de marzo, unos días después y en la misma universidad, un grupo de estudiantes tomaría la sede en protesta contra las normativas impuestas. Una chispa que ya era fuego.
Poco a poco, las insurrecciones populares se fueron propagando y gran parte de las fábricas, universidades y colegios del país eran ocupados bajo demandas de cambios urgentes. Mientras los reclamos crecían y se exigía la liberación de ocho personas detenidas, también iban en aumento los choques con los grupos derechistas y las fuerzas represivas. Sin embargo, la noche del 10 de mayo se produciría un hecho que sería un punto de inflexión en la sublevación. Miles y miles de estudiantes se reunieron en el Barrio Latino de París, llenando las calles con barricadas y haciéndose escuchar. La movilización popular tendría su respuesta por parte del Gobierno en lo que sería una batalla campal y sumamente desigual. Vehículos blindados de las fuerzas represivas recorrieron la capital en una violenta cacería que dejaría un saldo de más de mil personas heridas, 500 detenciones y un barrio completamente arrasado.
Días después, más de un millón de personas salían a las calles en medio de una Francia paralizada y en huelga. En la cúpula de la Sorbona ondearían tres banderas: una negra, una roja y la del vietcong. Si bien el presidente De Gaulle logró calmar los ánimos convocando a elecciones para junio, luego de triunfar, se vería obligado a renunciar tras perder un referéndum para realizar reformas profundas. Era el fin de su carrera. El triunfo estudiantil no logró realizar un cambio de raíz, pero sí dejó una huella de lucha. Pudo acabar con una generación política y prendió una llama que no se apagaría nunca más.