LA CONTRARREVOLUCIÓN MÁS VIL JAMÁS LLEVADA A CABO

  • La lucha de la mujer y la construcción social del patriarcado |

Durante siglos la legalidad se ha limitado a las necesidades de quienes imponen las normas del juego. De quien parte y reparte. Es por eso que ningún juez necesitó pruebas durante la Edad Media para ordenar que miles de mujeres fueran quemadas vivas en la hoguera durante la Inquisición. Bastaba con acusarlas de brujería, ponerles el sello de encarnación del mal o conspiración con el demonio para que la denuncia de un tercero -quien tampoco debía demostrar nada- fuera motivo de castigo. La pena, además, se pagaba con la vida. Así, la caza de brujas evidencia un proceso que hoy asusta por sus formas, pero que, en muchos aspectos, no perdió vigencia.

Este mecanismo brutal funciona de patrón para ejemplificar lo que ha sido gran parte de la historia de la civilización, la historia de la esclavización y explotación de la mujer. Sin embargo, el patriarcado no ha existido siempre. Hay pruebas que señalan que, siglos antes de las organizaciones estatistas, los pueblos se fundaban y sostenían sobre una base en la que la mujer desempeñaba un papel preponderante. Un orden social cooperativista y comunitario, lejos de los esquemas sostenidos por las divisiones sociales y los cercos de la propiedad tanto material como de individuos. Pero con el estatus, las jerarquías impuestas y el control, el poder fue canalizándose hasta condensarse cada vez en menos sectores y las sociedades comenzaron a tomar las formas que hoy conocemos. A su vez, como siempre, toda opresión genera su lógica reacción.

El poder no reconoce los principios de la libertad y la igualdad, escribió Abdullah Öcalan, y “si lo hiciera, no podría existir”. Así mismo, el poder y el sexismo en la sociedad “comparten la misma esencia». Por eso, plantea, no es una casualidad que la primera autoridad poderosa que se estableció fuera la autoridad sobre la mujer con el consiguiente triunfo del patriarcado y la transición a la institución del Estado: «Acabar con el poder de la mujer-madre tuvo, por lo tanto, una significación estratégica». De este modo, la construcción social de la masculinidad forja sus cimientos, siembra sus crímenes y funda su cultura. Es por esto que «la subordinación social de la mujer fue la contrarrevolución más vil jamás llevada a cabo».

Siglos después, la lucha continúa avanzando contra la violencia y el dominio patriarcal, que cuentan con el sostén de todo un engranaje que los ampara, justifica y les da contención judicial. Vitales pilares de un sistema consolidado gracias a esa estructura arbitraria y autoritaria que la hace sobrevivir. Alguna vez, antes de que estuviera en marcha la maquinaria de la explotación y el aprovechamiento, las comunidades se nuclearon voluntariamente, lejos de primar el interés personal por sobre las necesidades del resto. Como plantea Öcalan, antes de la “creación más siniestra que se ha inventado jamás”. Mientras tanto, la rabia sigue harta de impunidad, buscando acercarse al fin de una era. El nacimiento de un mañana que solo puede ser sembrado lucha a lucha, mujer a mujer.