LOS INVISIBLES

  • La Masacre de Pergamino |

El primer mensaje de texto fue enviado a las 18:22: “Nos matan”. Lo escribió a las apuradas un joven detenido en la comisaría 1º de Pergamino y se lo envió a su madre. Cuatro minutos después, otro mensaje era enviado desde otro celular: «Mamá bení rápido que nos matan la Policía». Para ese momento, los vecinos de la cuadra de la comisaría salían a la calle y eran recibidos por una cortina de humo negro y denso. Detrás, se escuchaban gritos desesperados que se hacían cada vez más fuertes. Era el jueves 2 de marzo de 2017 y siete jóvenes privados de su libertad comenzaban a vivir lo que sería la peor tragedia en una dependencia policial bonaerense desde los tiempos del terrorismo de Estado.

A los primeros dos mensajes los sucederían 28 más. Minutos después, un detenido escribía: «Ana venite ya pa la comisaría que me van a matar se armó quilombo… Movete está prendida la comisaría ya venite». Uno de los últimos, avisaba: “ya están dando puñaladas”. De un segundo al otro, comenzaron las explosiones y, al mismo tiempo, los gritos pidiendo ayuda se fueron apagando. El fuego avanzaba sin freno mientras los presos seguían encerrados. Como resultado, 7 de los 19 detenidos murieron asfixiados y carbonizados ante la mirada de los policías. El resto logró salvar sus vidas entre las torturas físicas y psicológicas que recibirían posteriormente.

Gracias a los testimonios de los sobrevivientes y las primeras pericias, se sabe que los policías no solo no intervinieron para prevenir ni para auxiliar, dejando cerradas las llaves de paso del agua, sino que demoraron la llamada a los bomberos y obstaculizaron su trabajo. Si bien los uniformados intentaron justificarse derivando la responsabilidad al cuerpo de bomberos afirmando que tuvieron «un accionar lento y negligente», se comprobó que ni siquiera les permitieron ingresar y tuvieron que intentar apagar el fuego desde afuera. Según consta en el expediente, la tarea de rescate “fue obstruida continuamente por los funcionarios policiales: no colaboraron con la entrega de las llaves para que pudiesen abrir y controlar el fuego”.

El 20 de diciembre, la Justicia condenó a seis policías, cuatro de ellos con el beneficio de la prisión domiciliaria. No fue por homicidio, sino por abandono de persona. Según la Corte Suprema bonaerense, debido a la situación crítica del sistema carcelario, era mejor no enviar allí a quienes ya estaban cumpliendo condenas domiciliarias. El sistema se protegía a sí mismo. Gracias a esto, la mayoría de los asesinos descansan en la tranquilidad de su hogar. El Gobierno bonaerense los encubrió y el Estado los amparó. Tan solo unos años antes, allí mismo se colocaba una plaqueta que recordaba: “Aquí se cometieron crímenes de lesa humanidad en el marco del terrorismo de Estado”. En el marco de la democracia, las cosas no cambiaron tanto.

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