
- Amílcar Cabral |
Veintitrés de enero de 1963. El cable decía que un grupo de guerrilleros del PAIGC había atacado una guarnición portuguesa al sur de la capital de Guinea-Bisáu. Si bien podía ser un indicio de que el pueblo empezaba a levantarse, los colonialistas, amos y señores de tierras ajenas, decidieron aguardar desde una posición defensiva. No mucho después, llegó la noticia de que la guerrilla se había extendido. Era el inicio de la guerra de Independencia de Guinea-Bisáu, un conflicto que duraría más de once años. Al frente de su pueblo estaba Amílcar Cabral, decidido a demostrar al mundo que la ocupación europea sobre África era no solo ilegítima, sino tan injusta como genocida.
Hijo de campesinos, Amílcar nació el 12 de septiembre de 1924 en Bafatá, Guinea-Bisáu. Ingeniero agrónomo de formación, dedicó su vida a abrir caminos y a buscar comprender las ideas marxistas desde la realidad de su pueblo. Convencido de que la identidad revolucionaria no podía centrarse en una sola persona, por más significativa que esta fuera, sino que era necesario forjar una unidad popular entre todas las partes comprometidas, Cabral comenzó a firmar como Abel Djassi. Un seudónimo que reemplazaría a su ya reconocido nombre, matizaría su identidad entre las masas y uniría el pueblo orgánicamente en una causa sin protagonismos. Lo colectivo, por sobre lo personal.
De ese modo, Cabral se convertía en un guerrillero más, dejando de lado el lugar muchas veces estipulado para los líderes que, aislados y teóricos, terminan perdiendo su condición de iguales. Con la lucha armada como herramienta ineludible durante la liberación de un pueblo sometido social, cultural y políticamente, Cabral sostenía que solo mediante la reconquista de su personalidad histórica, previa destrucción de la dominación imperialista, el pueblo podía hallarse y formarse: «la liberación nacional reside en el derecho inalienable de cada pueblo a tener su propia historia».
Durante la guerra, el PAIGC no solo recuperó territorios, sino que, al mismo tiempo, implementó sistemas de educación, salud y autogestión. Había que construir, a la par de la liberación, el mañana por el que se luchaba. Sin embargo, como en toda emancipación, el imperialismo no iba a observar pasivamente cómo perdía sus privilegios. El 20 de enero de 1973, cuando la victoria africana estaba cerca, Amílcar Cabral fue asesinado por agentes portugueses. Semanas más tarde, Estados Unidos concluía, contra toda lógica, que los europeos no habían tenido relación con los hechos. A mediados de 1974, Guinea-Bisáu logró su independencia, la victoria del pueblo sobre su colonizador. Porque, como decía Cabral, la lucha es para que los pueblos nunca más sean explotados, no solo por los europeos o los blancos, “porque no confundimos los factores de explotación o de explotación con el color de la piel de los hombres; ya no queremos la explotación en casa, ni siquiera por los negros”.