NO VOY A CLAUDICAR

  • Los secuestros de Marina Vilte |

Selva salió de la escuela de arte y buscó el coche donde estaba Marina, su hermana. Eran las 22:30 y, para ese entonces, ya no había quién no supiera que era preciso andar con más precaución de la habitual. Cuando la vio, corrió hacia ella y partieron hacia su casa. Esa noche, como cualquier otra, cenaron y se fueron a dormir. Sin embargo, para ese preciso momento, la Argentina estaba por cambiar drásticamente. A la 1 de la mañana, recién comenzado el 24 de marzo de 1976, un gran despliegue militar cercó la zona. El resto ocurrió de un segundo al otro. Un grupo de tareas ingresó a la casa y, sin perder tiempo, tomó a Marina Vilte. Selva corrió detrás para ver un camión del Ejército con varias personas detenidas. El vehículo se perdió por la avenida y Selva, desesperada, gritó a quienes se asomaban a mirar: “¡Ustedes son testigos de que se están llevando a mi hermana!”.

Cuando la bajaron del camión, Marina, con los ojos vendados, trastabillaba por las vías del tren mientras era empujada. Poco después, una marcha militar comenzaba a sonar por cadena nacional en todo el país. Todas las emisoras avisaban a la población que se estaba llevando a cabo un golpe militar. Dicen que, durante los días que Marina permaneció detenida, se la escuchaba cantar coplas que resonaban por su pabellón. A pesar de todo, parecían no poder doblegarla. El 6 de abril, alguien le abrió la puerta de la celda y le dijo que estaba en libertad. Quienes quedaban a merced de la dictadura la escucharon decir mientras caminaba: «Compañeras, por los maestros, yo no voy a claudicar».

Unos meses más tarde, la noche de Año Nuevo, unos hombres de civil se presentaron nuevamente en la casa de las Vilte. Selva corrió hacia la habitación de Marina y la encontró vistiéndose. «La policía ha venido a buscarme», dijo. Sin perder tiempo, Selva salió a la calle para ver que, en lugar de un patrullero, había un auto particular. En ese momento, antes de que pudiera reaccionar, le apoyaron un arma en la cabeza y le dijeron que quedaba detenida. Con los ojos y manos vendadas, ambas fueron escoltadas hasta el auto. El resto ocurrirá a oscuras.

Selva contará creer que las llevaron por la ruta 9 y que, tras cambiarlas de vehículo, las trasladaron a la central de Policía. Allí pasarían un tiempo antes de volver a ser subidas a otro auto. En medio de la calle, o tal vez en una ruta, las bajaron y las separaron. «No te preocupes», alcanzó a decir Selva, tal vez como una forma de mostrarle que no era momento de perder fuerzas. Selva será interrogada y abusada por sus secuestradores, quienes intentaban obtener información sobre Marina. «Ustedes saben todo», les respondió. En ese momento, una pistola se apoyó en su cabeza y escuchó el click del gatillo. Pero no hay disparo. Selva sobrevivirá; Marina aún continúa desaparecida. Sin embargo, hay quien dice que sigue viva en Jujuy, caminando la vida en cada ejemplo de lucha y compromiso social.