
- La desaparición de Roscigna |
El día que el subcomisario Buzzo lo dejó en libertad por falta de pruebas, le recomendó que se buscara algo que hacer o se suicidara. “Así nos ahorrás el trabajo”, dijo con la clásica impunidad que otorga el uniforme, “porque la próxima vez que te encontremos en alguna calle de Buenos Aires te baleamos, te ponemos una pistola en la mano con cápsulas servidas y te caratulamos resistencia a la autoridad». Miguel Arcángel Roscigna lo escuchó en silencio antes de perderse por la puerta. Fue algún día de julio de 1927 y, pese a las amenazas, tenía otros planes en mente.
Nacido en 1891, herrero de obra y anarquista, Roscigna comenzó a acercarse al movimiento libertario tras el ajusticiamiento de Ramón Falcón en manos de Simón Radowitzky. Años después, en 1924, elaboraría un plan para poner en libertad al autor de los hechos. Para la fuga, consiguió emplearse como guardiacárcel del penal de Ushuaia. Sin embargo, el plan fracasó porque fue denunciado por un grupo de comunistas. Antes de abandonar la ciudad, Roscigna decidió dejar su firma: mientras sonaban las alarmas de los bomberos, alguien avisaba que la casa del director del penal estaba envuelta en llamas.
En 1927, tres hombres con vendajes en la cabeza se encontraron frente al hospital Rawson. Cuando llegó la persona esperada, la apuntaron y se hicieron con su maleta. El botín era de $141.000 que serían destinados íntegramente a la causa y, como era costumbre, nada para rédito personal. Durante la huida, un oficial levantó su pistola y apuntó. Roscigna había estudiado todo meticulosamente y sabía que ese hombre era campeón en tiro. Por eso, se adelantó y disparó. Esta vez, fue más certero que uno de los mejores hombres de la policía. Buscados en todo el país, decidieron escapar a Uruguay. El año siguiente se dedicó a falsificar dinero y rechazó una invitación de Durruti para viajar a España. Prefería seguir luchando en sus tierras. Para 1929 participó en expropiaciones, una de ellas junto a Severino Di Giovanni, y en 1931 realizó la fuga del penal de Punta Carretas en lo que sería una gesta histórica.
El 27 de marzo de ese mismo año, fue encontrado y detenido por 53 agentes. Durante el juicio, asumió su responsabilidad en la fuga y fue condenado a 6 años de prisión. Cumplida su condena, el 31 de diciembre de 1936 las puertas de la cárcel se abrieron y Roscigna fue deportado hacia Buenos Aires. Esa sería la última vez que lo verían con vida. En los meses siguiente sus familiares recorrieron comisarías y ciudades siguiendo las pistas que la policía les daba. Todo fue en vano. Según reveló un oficial años después, a él y a otros compañeros les aplicaron la “Ley Bazán”. Al igual que haría la dictadura genocida, los habían arrojado al Río de la Plata. Hacía mucho tiempo que el anarquismo venía burlando al sistema y, pese a los sueños de algunos, ese tampoco sería su fin.