DEL LADO DE LO IMPORTANTE

  • Mariano Ferreyra |

El ambiente estaba pesado, lo sabían. Las primeras piedras habían volado en el preciso instante en el que cruzaron el puente. Fue por eso que decidieron volver 200 metros y realizar una rápida asamblea para ultimar detalles de seguridad. La decisión sería clara: lo mejor era cambiar los planes, no llevar a cabo el corte de vías programado y coordinar una reunión para el día siguiente. Así, visto que el escenario auguraba un mal desenlace, comenzaron a retirarse. A la distancia, desde dos móviles de la Policía Federal observaban todos los movimientos. Era la mañana del 20 de octubre de 2010 y, mientras partían, un grupo de la Unión Ferroviaria se interponía en su camino.

La policía, que para ese entonces ya había desaparecido, dejó el camino allanado. La patota bajó desde el terraplén y avanzó directo hacia el grupo de trabajadores tercerizados que estaba siendo acompañado por gente del Partido Obrero y del Movimiento Teresa Rodríguez. Hubo corridas y piedrazos. De repente, sonaron las primeras detonaciones. En ese momento, comprendiendo la situación a la que inevitablemente se enfrentaban, decidieron armar un cordón de protección para que las mujeres salieran primero llevando a los chicos y chicas que estaban en el grupo. Será en ese entonces que, mientras se defendían, Mariano Ferreyra se sentó en el piso. El resto, continuó resistiendo.

Una mujer comenzó a gritar. En poco tiempo, otras personas la rodearon. En el medio, Mariano yacía boca arriba, con su remera levantada a la altura de las costillas. Le habían dado un disparo en el pecho y perdía fuerzas poco a poco. Eran las 13:40 y, sin creer lo que veían, alguien llamó a la ambulancia. Mariano aguantaba con los ojos abiertos, escuchando a su gente que le decía que no se moviera ni gastara fuerzas, que por nada del mundo se durmiera, que ya venían por él. Minutos después, lo subieron como pudieron a una ambulancia que ya se encontraba ocupada por otras personas heridas. Horas más tarde, en el hospital Argerich, un médico daba la noticia.

El saldo de aquella cacería será la muerte de Mariano Ferreyra, de 23 años, en tanto que recibieron heridas de gravedad Elsa Rodríguez, Nelson Aguirre y Ariel Pintos. Vendrían por delante largos días de discusión sobre las complicidades políticas, entre indignación y acusaciones cruzadas. Nadie se hacía cargo. ¿Quién permitía las tercerizaciones y avalaba la flexibilización laboral? ¿Quién amparaba a las patotas armadas? Mientras tanto, el tiempo pasaba y la porción más rancia del arco político sacaba cálculos midiendo qué decir y qué callar. El valor de la vida según de qué lado de la calle está cada persona. Y, en esa puja, se olvidaba al pibe de los sueños grandes, de las responsabilidades tempranas, de la convicción y el ejemplo. En ese triste y perverso tironeo, iba quedando de lado lo importante.