
- Sobre Luciano Arruga y Santiago Maldonado |
El expediente dirá que una persona había atropellado a un chico en la General Paz. El testimonio del declarante era claro: un joven había aparecido corriendo de golpe, en plena avenida, completamente asustado y como si estuviese escapando de algo. El conductor se puso a disposición de la policía, pero nadie le tomó declaración. Según dijeron, el atropellado era un “NN”. No importaba. Horas atrás, Luciano se despedía de su madre y salía de su casa. Era el 31 de enero de 2009 y había avisado que iría a juntarse con sus amigos. Sin embargo, conforme fue pasando el tiempo, la preocupación comenzó a ir en aumento. Su familia sabía que Luciano era hostigado por la policía bonaerense desde hacía tiempo. Esa larga noche, entre comisarías y caminatas por los pasillos de un hospital, sería recién el comienzo.
El 1º de agosto de 2017, cerca del mediodía, la gendarmería irrumpía por la fuerza en la comunidad Pu Lof en Resistencia sin ningún tipo de legalidad. Horas después, la noticia de que Santiago estaba desaparecido salía a la luz. Los medios, fieles a su labor, no perdieron tiempo entre operaciones y fábulas para entretener. Alimentando la necesidad de quienes buscaban justificar y desacreditar la desaparición, se intentó instalar la idea de que el joven anarquista estaba en Chile, había sido asesinado por un puestero o andaba viajando. Mientras tanto, los funcionarios de turno lo comparaban con Walt Disney y atacaban a su familia. Fueron 78 días de unión popular, de rastrillajes para el show televisivo y de mentiras que rápidamente pretenderían ser olvidadas.
Tras cinco años de lucha a contracorriente de la Justicia, los Gobiernos y los trabajos de la prensa, el cuerpo de Luciano era encontrado el 17 de octubre de 2014. Había sido enterrado como NN con la intención de que nunca apareciera. Ese mismo día, pero del 2017, como en una triste y oscura ironía, río arriba y en un lugar que ya había sido rastrillado tres veces, hacían aparecer el cuerpo de Santiago. Uno, asesinado y desaparecido por negarse a robar para la policía; el otro, por estar junto a las causas justas, por la solidaridad, por poner el cuerpo. Historias de una Argentina que no cambia sus formas.
Los mecanismos de desaparición forzada no comenzaron con la última dictadura ni terminaron cuando esta llegó a su fin. El sistema protege, encubre y alimenta a sus asesinos, a quienes dicen impartir justicia y cuidar. Quienes mataron a Luciano siguen libres y gozan de total impunidad. Lo mismo ocurre con los responsables de la muerte de Santiago. Y pese a que cambiaron los Gobiernos, los responsables políticos siguen en carrera. El Estado nunca se va a juzgar a sí mismo y, mientras se siga dependiendo y obedeciendo directrices ciegamente, los caminos nos seguirán conduciendo al mismo lugar. Dos historias que son muchas más, un mismo Estado y un día que debería ser de lealtad popular a la justicia.