SE OFRECE RECOMPENSA

  • Los últimos días de Mate Cosido |

Tras un sinfín de intentos que siempre terminaban en inagotables humillaciones, esta vez, estaban seguros de que darían con él. Tenían la información precisa de que, cerca de la estación de Villa Berthet, la banda de Segundo David Peralta, más conocido como Mate Cosido, esperaría un paquete que le sería arrojado desde el tren. Serían 50 mil pesos por el rescate del estanciero Jacinto Berzón, secuestrado hacía unas semanas. La policía del Chaco y la gendarmería, en un operativo conjunto, intentarían emboscarlo para poner fin al hombre más buscado del país. Ahora sí, no había margen de error.

Según cuenta su historia, las persecuciones comenzaron desde antes de que siquiera existiera su apodo. Dicen que su vida como bandolero se gestó tras una fuerte golpiza de la policía al ser descubierta la relación que tenía con la esposa del comisario. Un palazo certero, una herida en la cabeza que terminó con varios puntos, y pasaba a ser «Mate Cosido». De ahí en más, quedaría bajo la mira de quienes se encargan de custodiar la ley. Perseguido, encerrado y acusado de todo lo que fuera posible, decidió dejar Tucumán y partir hacia el Chaco. Luego de un tiempo detenido en el penal de Resistencia, dará comienzo a las primeras páginas que lo harían historia.

Sobre sus posibilidades de llevar una vida distinta, escribió: «Caerá en un craso error y pecará de utopista aquel que crea que es posible realizarlo donde la policía conozca sus antecedentes, lo primero que hacen es quererlo conquistar como delator, si no acepta vienen las persecuciones”. De esa forma, creó un grupo para realizar asaltos con la premisa de evitar la violencia y apuntar siempre a grandes capitales. Nunca, jamás, al pueblo al que pertenecía. Así, efectuaron robos a Bunge & Born, La Forestal y a importantes magnates y estancieros. La mayor parte, cuentan, era para las familias necesitadas.

La noche del 7 de enero de 1940, quienes viajaban en el tren vieron una linterna encenderse en el monte. Era la señal acordada. Un paquete voló desde una de las ventanas y, mientras los bandidos rurales se acercaban, una explosión iluminó el lugar dando comienzo a una balacera. Mate Cosido recibió un tiro en la cadera, pero no sería capturado. Una vez más, volvía a escaparse. De todos los datos que recibieron las autoridades de ahí en adelante, ninguna pista fue cierta. Por eso, decidieron poner una recompensa de 2 mil pesos para capturarlo esperando que alguien lo delatara. Pero nadie lo denunció jamás. Dos meses después, llegó una carta a una revista. Llevaba su firma y sería lo último que se sabría de él. Allí, decía que esa recompensa era la «bonita moral que quieren enseñar al pueblo, ser un traidor». Un recurso de fracasados o, en otras palabras “lo mismo que hacer confesión de incompetencia». Luego, se perdió para siempre entre su pueblo.