LA NOBLE IGUALDAD

  • La Asamblea del Año XIII y la Argentina por venir |

Tras la Revolución de 1810, las luchas emergentes buscaban un cauce. Asesinado Mariano Moreno, algunos tomarían la posta de sus ideas mientras que, bajo la línea de Saavedra, otros intentarían cambiar sin cambiar demasiado para continuar con el orden previo y moldear así la Argentina por venir. En este contexto, con el péndulo del país oscilando entre pujas, para enero de 1813, se daba comienzo a lo que será conocido como la Asamblea del año XIII. Tinta, pluma, y el camino hacia una noble igualdad.

El 21 de mayo, la asamblea declaraba abolidos los usos de tormentos. Se sostenía que «el hombre ha sido siempre el mayor enemigo de su especie” y que por un “exceso de barbarie ha querido demostrar que él podía ser tan cruel como insensible al grito de sus semejantes». De este modo, se ordenaba la prohibición del “detestable uso de los tormentos adoptados por una tirana legislación». Décadas antes que países ya independizados, como los Estados Unidos, se declararía ilegal el tráfico de esclavos y se dictaba, además, la libertad de vientres y el fin de los títulos nobiliarios. Sin embargo, más allá de lo decretado, las páginas siguientes de esta historia distarían mucho de lo promulgado.

La sed de poder y la apropiación de tierras por parte de la oligarquía parasitaria irían cambiando para siempre el rumbo de la Argentina. Pocos años después, en 1821, se le encargaba al coronel Rauch «exterminar a los indios ranqueles» y, para 1833, Rosas realizaba una campaña en el sur. Según diría, allí se habían asesinado a 3200 personas y más de 1200 fueron secuestradas para trabajos. Luego, llegaría el genocidio del general Roca -quien restablecería nuevamente la esclavitud-, bajo pedido del presidente Avellaneda para «exterminar a los salvajes». Sobre la abolición de las torturas, poco y nada se cumpliría. Lo que era legal, simplemente, pasaría a la ilegalidad, y alcanzaría tal vez su punto máximo de barbarie durante la última dictadura. Así, década a década, la historia de la crueldad argentina se fue llenando de sucesos trágicos perpetrados por las elites dominantes en pos de sostener y acrecentar sus privilegios.

Aquella línea marcada alguna vez por Belgrano, Moreno o Castelli encontraría su contracara en muchos de quienes, aún hoy, tienen sus monumentos alzándose llenos de gloria a lo largo y ancho del país. Poco subsistirá de aquella Asamblea que, entre otros puntos, había abolido la inquisición y quemado los elementos de tortura en plazas públicas. El sueño de la noble igualdad ahí quedaría, y la historia oficial, dibujada a placer por los vencedores, se encargaría de cubrir el resto de polvo. Pero existe otra historia, la verdadera, la del pueblo. Esa que solo trabajándola y tendiéndola presente puede transformar el futuro en un mañana más justo.