
- La caída en combate de Antonio Guiteras |
El Morrillo, Cuba. Antonio Guiteras aguardaba a los márgenes del río Canímar. En algún momento, sabía, vería acercarse el yate. El plan que había ideado lo llevaría desde Cuba hacia México para forjar desde allí la vuelta a la isla y la definitiva revolución. Había que terminar con la dictadura y con el jefe del Ejército, Fulgencio Batista. Junto a él, un grupo de integrantes de la organización Joven Cuba esperaban impacientes mirando las aguas que se perdían en el horizonte. Contaban con algunos escasos suministros y el apoyo de gente de su confianza. Dos días atrás, el 6 de mayo de 1935, el coronel Galíndez le había acercado a Guiteras una propuesta de Batista que el joven revolucionario rechazó sin siquiera analizar. No haría tratos con el enemigo. Antes de retirarse, el militar le confesó que el Ejército conocía sus planes. Guiteras, burlando al destino, no le daría importancia.
El 15 de enero de 1934, el golpe de Estado se consumaba. Otro golpe más en muy poco tiempo. Gracias a las oligarquías cubanas y al apoyo de Estados Unidos, el Gobierno de Grau llegaba a su fin. En su lugar, se daba comienzo a décadas de sangre y persecuciones. Al frente de la represión, el militar Fulgencio Batista encabezaba lo que sería el destino próximo de Cuba. Para ese entonces, Guiteras sabía que estaría en la mira: su proyecto revolucionario durante lo que había sido el recientemente caído Gobierno de los 127 días lo ponía en el foco. Con el paso obligado a la clandestinidad, comenzó a idear un nuevo programa para «la ordenación orgánica de Cuba» sobre las bases del socialismo. Era tiempo de la insurrección armada.
A partir de ese momento, fundaba Joven Cuba, un grupo insurreccional que apuntaba a la guerra revolucionaria. Así, Guiteras comenzó a dar forma a su plan. El primer paso sería realizar acciones para acopiar armamentos y reclutar gente. Una vez recolectado el dinero necesario, se organizó la partida hacia México. Guiteras confió en González Arias, un hombre que se encargaba de supervisar la aduana. Este le prometió su apoyo y el plan se puso en marcha. Inmediatamente, partieron hacia El Morrillo a esperar zarpar cuanto antes.
Sin embargo, una traición lo cambiaría todo, incluyendo el destino de Cuba. La información llegaría a los altos mandos de la Marina e, inmediatamente, Batista ponía manos a la obra. Para el amanecer del 8 de mayo, Guiteras aguardaba en un fuerte colonial la espera de un yate que, por inclemencias del viento, se había demorado. Mientras descansaba en la terraza, una combatiente avisó al resto que se acercaban soldados. El grupo saldría a enfrentarlos y el fuego los alcanzaría desde todos lados. En ese momento, el revolucionario venezolano Aponte le pregunta a Guiteras, «¿Nos morimos?». Guiteras, arma en mano y sin dejar de combatir, lo observa y grita: «¡Aquí nos morimos!». Una bala en el corazón sería suficiente para dar fin a su vida. Tenía 28 años y había soñado, con asombrosas similitudes, una revolución para la que aún faltarían 24 años.