A LOS DESARRAPADOS DEL MUNDO

  • Paulo Freire |

La sorpresa de quienes vivían en Angicos no fue poca cuando, una mañana, escucharon voces desconocidas en las calles. El hecho llamó la atención y varias personas se asomaron para ver qué ocurría. Allí, en una localidad que contaba con un 90% de analfabetismo, un grupo de docentes recién llegado caminaba por las callecitas ofreciendo clases. Serían gratuitas, y lo único que necesitaban era una locación, un lugar donde poder reunirse. Era el año 1963 y, para ese entonces, era requisito saber leer y escribir para poder votar en Brasil, por lo que gran parte del pueblo quedaba excluido. Ese día, por indicación de un vecino, Paulo Freire se acercó a un no menos sorprendido policía y preguntó dónde podían comenzar. Vendrían por delante 45 días que pondrían a prueba un método que marcaría el camino de una nueva pedagogía.

El primer objetivo era lograr que la gente se acercara. Si bien la idea era alfabetizar a adultos, el grupo de docentes optó por comenzar llamando a una niña para así lograr que su familia asistiera con ella. Al poco tiempo, 300 personas participaban y familias enteras concurrían por las noches luego de sus jornadas de trabajo. Serían 40 horas en las que enseñarían a analizar y comprender, tomando como punto de partida la base del mundo que rodeaba a aquella comunidad. Se pondría el foco en lo local, en lo que conocían. Utilizando, por ejemplo, la palabra ladrillo para explicar cómo se fabricaba además de cómo se escribía. Así, con palabras como caña, tierra o cosecha, se iba abriendo un mundo de conceptos y conocimientos.

La metodología se sostenía en el diálogo y el intercambio, sin verticalismos ni imposiciones. La educación como herramienta de cambio, como práctica de la libertad, lejos de los valores liberales que evalúan los avances en base a la productividad. Mirar a cada persona, cada cultura, según las experiencias de vida, entendiendo que no es posible medir cada caso con la misma regla. Para Freire, quien aprende no es un receptor que actúa desde la pasividad, sino alguien que ya cuenta con experiencias previas, un conocimiento imprescindible desde el cual partir.

El golpe de 1964 obligaría a cambiar los planes. Los militares llegaron a Angicos y quemaron todos los cuadernos que tenían las familias por considerarlos comunistas. Un accionar que sería habitual en muchas dictaduras a lo largo y ancho del continente. Tras sesenta días preso, Freire dejaría Brasil para dirigirse a Bolivia y Chile. Pero otro golpe, el de Pinochet, volvería a interrumpir sus pasos. Así, continuaría su camino por el mundo, plasmando a donde fuera su siempre vigente concepto de que «no existe eso de saber menos, simplemente existen distintos tipos de saberes». Siempre, hasta el final de sus días, dedicado a «los desarrapados del mundo y a quienes, descubriéndose en ellos, con ellos sufren y con ellos luchan”.