
- Leonard Peltier |
Un auto se adentró en la reserva de Pine Ridge, en Dakota del Sur. La población ya estaba advertida, no solo por siglos de masacres y opresión, sino también por una la política represiva y racista que llevaba tiempo en marcha. Ese 26 de junio de 1975, dos hombres de civil llegaron hasta un pequeño rancho y detuvieron el vehículo. La tensión se mantuvo en vilo hasta que un sonido rompió el silencio. El primer tiro rápidamente puso en alerta a la gente y, casi sin que tuvieran tiempo a reaccionar, los disparo se sucedieron. Para desconcierto los presentes, en cuestión de segundos aparecieron decenas de efectivos del FBI. Era el comienzo de unos pocos minutos que bastarían para marcar la historia.
Con el ataque consumado, miembros del Movimiento Indígena Americano se dispusieron a defender a su gente. Entre quienes resistían, se encontraba Leonard Peltier, activista y originario de la etnia Lakota Sioux. Cuando la última bala atravesó Pine Ridge, dos agentes del FBI y un nativo yacían muertos en el territorio. Sin demora, las autoridades estatales levantaron cargos contra la población nativa. Peltier, en la mira de la Justicia, partió hacia Canadá sabiendo que sería buscado. El 6 de febrero de 1976, fue capturado y deportado gracias a falsos testimonios. Para ese entonces, los demás detenidos habían sido dejados en libertad por falta de pruebas. Peltier era el chivo expiatorio que el Estado necesitaba.
Lo que vendría luego sería una operación construida a necesidad del Gobierno. A la vista de todo el país, se sostuvo un juicio fraudulento repleto de testimonios inventados, declaraciones bajo amenazas, presentaciones de armas que no habían sido utilizadas durante el tiroteo, entre un sinfín de escenarios que construían una causa burdamente armada. Las evidencias sobre la inocencia de Peltier estaban a la vista del jurado y hasta uno de los fiscales incluso declaró que no sabían «realmente quién disparó a los agentes». Sin embargo, el tribunal lo resolvería sin dudas: la condena sería a dos cadenas perpetuas.
Peltier siempre negó los cargos. A pesar de que se probó la intromisión de los servicios de inteligencia, esto no importó a la Justicia. La muerte del nativo nunca fue investigada, así como los miles de asesinatos ocurridos durante esos años. Un caso más que desnuda la estructura del funcionamiento represivo sobre las comunidades originarias o los movimientos sociales que interfieren con los planes del poder. Un engranaje que, históricamente, nunca conoció fronteras. En enero de 2025, tras casi 50 años encerrado y con 80 años de edad, el presidente Joe Biden le conmutó la sentencia y, de este modo, el preso político más antiguo del país logró su libertad. Como dijo alguna vez, su crimen es “ser quién soy, es mi pecado aborigen”.