
- Fanni Kaplán y el atentado a Lenin |
Kurski observó cómo llevaban a la detenida frente a él. Según le habían dicho, no había querido colaborar ni responder absolutamente nada. Ni afirmaba, ni negaba. Había sido apresada solamente por tener una actitud extraña, diría más tarde el oficial que la retuvo. Kurski, como miembro de la Cheka, sería el fiscal a cargo del interrogatorio. Una vez que la mujer se sentó, le preguntó su nombre: «Me niego a responder». Apellido: «Me niego a responder». Las preguntas se sucedieron unas a otras y, durante varios minutos, las respuestas no variaron. Solo cambió cuando se le preguntó por qué había disparado. «Tiré por mis convicciones», dijo. De ahí en más, comenzó a hablar a cuentagotas. Dijo llamarse Fanni Kaplán y ser la única responsable. Sin embargo, algunas partes de la historia nunca cerraron del todo.
Fanni nació en Volinia, Imperio ruso, en el seno de una familia judía. Desde temprana edad participó en política y, con tan solo 15 años, se sumó a grupos anarquistas. Al año siguiente, para 1906, tras la explosión una bomba que estaba destinada a un atentado, fue detenida. Pasó once años en una cárcel de mujeres y sufrió un agravamiento de la pérdida de la visión que la sometería a distintos tratamientos. Luego de la Revolución de Febrero, recuperó la libertad gracias a la amnistía del nuevo Gobierno. Meses después, con la Revolución rusa en marcha y lejos ya del anarquismo, Kaplán empezó a desilusionarse con lo que veía. Nada era lo que esperaba.
El 30 de agosto de 1918, Lenin dio un discurso en la fábrica de Mijelson. Al finalizar, conversó con un grupo de mujeres que le reclamaban por la falta de alimentos y, cuando se despedía, tres disparos sonaron entre la multitud. Esquivando la desesperación generalizada, una enfermera y unos soldados subieron a Lenin a un auto. En ese momento, alguien se acercó a Fanni y ella se rehusó a decir una palabra. Ante su sospechosa negativa, fue llevada a prisión. Al día siguiente, frente a las autoridades, respondió corta y concisamente haciéndose cargo de todo y acusando a Lenin de ser «un traidor a la revolución».
En el interrogatorio sostuvo sus ideas socialistas y resaltó no tener vínculos con el anarquismo: «A qué grupo pertenezco en la actualidad no considero útil decirlo». Si bien todo indicaba que era eserista, nunca hubo pruebas, ya que poco y nada habló. Tampoco existió evidencia concluyente de que fuera ella quien apretó el gatillo ni de que no fuera parte de un plan. De todos modos, insistió en declararse responsable y se negó a dar datos o nombres. El 3 de septiembre, tras un simulacro de un juicio, Kaplán fue ejecutada y desaparecida. Investigaciones y versiones posteriores pondrían el foco en otras personas, pero, al igual que sobre los hechos, seguirán siendo más las incertidumbres que las certezas.