
- Marius Jacob |
Las puertas se abrieron y el joven Marius Jacob avanzó por el salón. El Palacio de Justicia se había preparado y, desde temprano, la prensa se amontonaba en la calle. No todos los días se enjuiciaba a una de las personas más buscadas de Francia. Jacob respondió a las preguntas sin perder la calma. Su nombre real era Alexandre, tenía 26 años y había nacido en Marsella. Ideología: anarquista. Sabía que, probablemente, sería condenado a la guillotina, pero su voz no se quebró en ningún momento. Se lo acusaba de más de 150 robos y de un asesinato, además de ser el jefe del grupo Los Trabajadores de la Noche. No le interesaba negar nada, sino más bien explicarse. No veía más que lógica en sus actos. Llegado su turno, comenzó con su alegato: «Señores, ahora saben quién soy: un rebelde que vive del producto de sus robos».
Jacob había nacido el 29 de septiembre de 1879, en el seno de una familia obrera. A los 12 años probó suerte como marinero, intentando seguir los pasos de su padre. Allí vivió experiencias que le hicieron comprender que el mundo estaba lejos de ser un lugar justo. Buscando nuevas formas de sobrevivir, se dedicó a la tipografía y conoció las ideas anarquistas. Entre viajes, aprendió a robar o expropiar dependiendo el caso, y a escapar de la ley. Así, sabiendo que la sociedad era una jungla donde un sector tenía todo y otro apenas podía aspirar a cambiar sus fuerzas por monedas, Jacob decidió poner su inteligencia al servicio de la justicia social.
Junto a su grupo de compañeros, dio comienzo a una serie de robos contra los sectores más privilegiados, basados en la astucia y la burla. Apuntaron a casas de nobles y burgueses, militares y empresarios, siempre entendiendo, como bien explicaría ante la corte, que «el robo es la restitución». Su filosofía era no asesinar jamás, salvo para escapar de la policía o un caso de fuerza mayor. Y el foco, siempre, estuvo en los parásitos que viven de la sociedad sin aportar nada. Los objetivos eran estudiados a fondo; las técnicas, pensadas hasta el último detalle; y las ganancias, destinadas a financiar a anarquistas o a ayudar a quien lo necesitara.
En abril de 1903, Jacob fue arrestado y expuso sus motivos ante los jueces. Allí dijo que había preferido su libertad, su dignidad, antes que ser «artífice de la fortuna de un amo». Robar antes que ser robado, sublevarse «haciendo la guerra a los ricos, atacando sus bienes». Sabía que, para destruir el efecto, “hace falta destruir su causa». Si alguien roba «es porque hay abundancia de una parte y escasez de otra». Fue condenado a trabajos forzados y, una vez en libertad, continuó su lucha. La noche del 28 de agosto 1954, decidió poner fin a su vida con una inyección de morfina. Ya no tenía más para dar. Junto a él, sus compañeros encontraron una nota que decía que les dejaba dos litros de vino. Una vez más, «a la salud de ustedes».