CÓDIGO NEGRO

  • La Revolución haitiana |

El esclavo fue arrastrado hacia su dueño ante la mirada del resto. Un hombre blanco observó su sello en el pecho marcado a hierro candente y afirmó que era él. Era la segunda vez que intentaba escapar, la segunda vez que fracasaba. La primera le habían cortado las orejas y, ahora, sabía bien que cualquier palabra era inútil. Un sacerdote se acercó para recordarle su castigo por reincidir, pero de sobra conocía las consecuencias. A comienzos del 1700, en la colonia francesa de Saint-Domingue -lo que luego sería Haití- regía el Código Negro dictado por el rey Luis XIV. Los amos blancos tenían derecho a todo tipo de tortura, no había límites ni reglas para desplegar su sadismo y las prácticas más bestiales estaban permitidas. Ese día, el esclavo recibió un corte profundo en sus piernas que le desgarró los músculos obligándolo a caer al piso. Si había una tercera vez, sería ejecutado.

Para aquellos años, algunos grupos de esclavos comenzaban a reunirse. Eran conocidos como cimarrones: negros y negras rebeldes que huían a las selvas y montañas sobreviviendo con lo poco que tenían. Provenientes de países distintos, con lenguas y culturas diversas, eran secuestrados de sus tierras en África y entregados a los blancos justamente con la finalidad de que no se entendieran entre sí y así evitar que pudieran relacionarse y organizarse. A fuerza de necesidades, fueron encontrando un código que los unía, una cultura propia que fusionaba las creencias de cada grupo. De esta forma dieron origen al vudú, un refugio y una identidad que nucleaba las tradiciones y creencias de sus pueblos. Una contradicción directa a las ideas cristianas. Un germen de la rebelión.

Poco a poco, estas creencias se fueron esparciendo por la isla, y la primera rebelión, con el sacerdote vudú Mackandal al frente, no tardó en surgir. Sin embargo, pese a la organización, este intento fracasó y el líder fue quemado vivo por las autoridades coloniales. Pero la chispa ya se había encendido y no se iba a apagar. Lejos de amedrentarse, el pueblo sostuvo la idea de que Mackandal no había muerto, que había logrado burlar a los blancos y que pelearía, de una forma u otra, junto a su gente.

Un día de agosto de 1791, tras una larga planificación, estalló la revolución. Se incendiaron cañaverales, se persiguieron esclavistas y se aniquilaron a las tropas de la colonia. Francia intentó recluir a su gente y envió nuevos gobernantes, pero nada funcionó. Las masas esclavizadas habían tomado las armas y no fueron solo contra sus amos, sino que avanzaron por su independencia. Tras varias fases, entre intentos de Napoleón para retomar la isla y levantamientos violentos, en 1804, Haití proclamaba la primera independencia de América Latina y el Caribe. La primera y única rebelión donde el pueblo esclavo se liberó a sí mismo. Un hito que, con los siglos, las potencias nunca le iban a perdonar.