ITATÍ A TRAVÉS DEL ESPEJO

Por Luciano Colla |

Escribir no es solo contar una historia. Siempre, de alguna forma, existe una intención escondida entre las palabras. Una urgencia. Un porqué. Cuando Elvis Báez se sentó a narrar las vivencias entre los pasillos de Villa Itatí, lo hizo con un objetivo claro. Quiso que Consciencia y Clase, crónicas de un villero fuera, en sus propias palabras, un desafío para su gente: «poder creer que otro villero escribió un libro con su historia, y la historia de su barrio».

En el espejo que Elvis nos comparte, vamos a adentrarnos en su mundo. Los relatos nos invitan a transitar sus caminos, a conocer a sus vecinos y vecinas, y a sumergirnos en los rincones más recónditos de Villa Itatí, inmersos en sus crónicas y sus poesías.

«Trato de ordenar mis lecturas», nos dice, y entre esos referentes que nombra se filtran desde su pluma, de una forma u otra, Rodolfo Walsh, Fabián Polosecki, Enrique Symns, Hunter S. Thompson, entre otros. Así, su escritura entrecruza el periodismo con la literatura, y refleja con crudeza las tensiones, heridas y preguntas que atraviesan el presente.

Durante años integró La Garganta Poderosa, hoy dirige Itatí TV, trabaja en Mundo Villa y continúa sumando palabras a su propia historia, con una obra que se vuelve también la voz de muchos otros.

Consciencia y Clase es una mirada nítida a través de sus ojos, una puerta que se abre al corazón de Itatí, a sus historias, a sus momentos duros y a sus compromisos de lucha para construir un mañana distinto.

– ¿Cómo nació Consciencia y clase? ¿Qué te impulsó a poner en palabras tu experiencia y la de tu barrio?

Consciencia y clase nace a partir de una reflexión, una luz, una esperanza. Un despertar, el inicio de una identidad nueva con consciencia. Trata de ser y de sobrevivir en un mundo social que cada día se vuelve más difícil de soportar. Hablo de la falta de humanidad que existe. Hablo de la pérdida de lo esencial, de lo más sensible, de lo más simple. Hablo de existir.

Nace cuando en mí, como autor, periodista y más que nada como comunicador, surge la necesidad de ser lo que uno es, y a lo que vino: comunicar la cultura, la historia y la identidad de un barrio que por muchos años ha sido castigado por el abandono, la discriminación y el estigma prehistórico que yace en Villa Itatí.

Cuando hablo de Itatí no solo hablo de ella, hablo de mí, porque estamos atravesados por balas, por sangre, por la desidia, por las injusticias. Y a pesar de haber transcurrido ya más de 70 años de historia, esta historia sigue doliendo. Sepan que, al escribir este libro, cada oración, cada palabra, duele. Porque estoy marcando un registro de quiénes fuimos, quiénes somos y qué podemos ser.

Escribo por quienes no tuvieron la oportunidad de hacerlo. Por aquellos que se perdieron en el camino, por aquellos que saben que de este lado hay muchas cosas por resignificar. El odio, principalmente. Para transformarlo en amor.

– ¿Qué rol creés que tienen las palabras en una sociedad tan desigual y qué lugar ocupan en la villa, donde a veces ni siquiera se reconoce el derecho a la palabra?

– Sustancial. De hecho, al escribir estas pequeñas palabras sé que estoy haciendo historia, porque soy uno de los muchos que tienen esta oportunidad, pero de los pocos que pueden llevarla a cabo. Por mi pasado y por presente lucho por reivindicar aquellas miradas cargadas de sosiego, por romper las paredes que están sin revocar.

Con este prisma puedo mirar. Con este periodismo poético puedo decir, puedo gritar, puedo exigir. Gritar al cielo: basta de guerras. Aún nos falta agua; mi patio es la vereda; mi techo, mi cielo.

Qué tan desiguales son las oportunidades cuando un pibe no tiene en la esquina el club de barrio y sí la falopa. Yo puedo decir que soy un sobreviviente de eso, que anduvo entre las balas, las lágrimas de las madres y el paco que mató el presente y el futuro de mis amigos y vecinos. Qué tan desagradables son las cosas cuando miro la esquina y veo a mis vecinos más jóvenes vendiendo drogas y no jugando al fútbol. Así es. Juzgo mi presente, yo sí puedo darme ese gusto. Pero también el de transformarlo en algo que sea bueno.

– En uno de tus textos decís: «Hoy el mejor revólver está en la boca y las palabras». ¿Qué armas ofrece la poesía frente al abandono y la represión? ¿Sentís que la poesía, la escritura logran hacer ruido o correr el eje?

– Es así. La poesía no solo es linda o bella por su prosa e impronta, sino por el simple hecho de ser testigo y portadora de mi realidad más cruda y difícil. A veces soy una especie de ángel que camina este camino y hace lo que puede para proteger a los suyos de las miradas, de las palabras que tanto duelen de decir.

La poesía hace lo que le es fiel hacer: justicia. Y la hace donde quizá no solo con el periodismo se logra. La poesía devuelve la sensatez, la sensibilidad que alguna vez tuvimos como sociedad. La poesía vuelve la mirada tierna, agrega tensión, amor donde antes hubo odio. Y, muchas veces, recupera el sentido de la existencia.

– ¿Qué lugar tienen la memoria y la organización en Itatí? ¿Sentís que la historia del barrio, con figuras como el padre José Tedeschi, sigue latiendo en lo que pasa hoy?

– La memoria nos mantiene activos. Nos organiza en pos del presente y hacia el futuro. Gracias a la organización, hoy Villa Itatí puede recuperar su pasado latente. Estar consciente de lo que ha pasado para entender mejor de dónde viene todo.

José «Pepe» Tedeschi marcó el barrio. Es un referente histórico. Gracias a él no solo se supieron organizar los primeros vecinos para conseguir agua y electricidad, sino para vivir en comunidad. Sabiendo que, en los momentos más difíciles, podemos contar con el de al lado.

– ¿Qué papel tiene la comunidad en tu obra? ¿Creés que las palabras, en este contexto, pueden ser motor de transformación social?

– Villa Itatí es una comunidad. Se une cada vez que siente que está en peligro. Cada vez que sucede una injusticia, pero también cuando hay amor.

Gracias a las palabras, se transforman las realidades. Es posible que con algo tan simple como las palabras -que son esenciales en la comunicación humana- podamos unirnos. Las obras se ponen en jaque cuando las palabras se hacen presentes para recordar una fecha en particular. Un día a la vez porque perdimos a un pibe por un caso de gatillo fácil. Un día a la vez por haber perdido al padre José. Un día a la vez por la vecina que perdió la vida a manos de la violencia de género.

La comunidad de Villa Itatí tiene una capacidad de resistencia que es inagotable, que se resguarda bajo su historia. Su fortaleza se ve abrigada en sentir lo que pasa y gritarlo. En este caso, yo, como comunicador, amplifico el grito de mis pares.

Para adquirir el libro «Consciencia y Clase» podés escribirle a Elvis en su cuenta de Instragram @baezelvioantonio