LA SEMANA EN LA QUE LAS LUCES SE APAGARON

  • El Apagón de Ledesma |

Uno, dos, tres y los golpes en la puerta se sucedían con violencia. Luego de un breve silencio en el que Oscar Alfaro observó a su familia, la puerta volvió a sacudirse, esta vez más fuerte y resonando en toda la casa. Eran las 22:30, hacía poco habían terminado de cenar y se encontraban viendo televisión. Casi de forma instintiva, al ver que la puerta se abría de par en par y un grupo de hombres ingresaba, Oscar se levantó y corrió hacia el fondo de la casa. Antes de llegar, se encontró con que lo aguardaban uniformados con armas largas. No había salida. En un rápido operativo, fue golpeado y arrastrado hacia la calle. Mientras resistía, logró reconocer al comisario a cargo y divisar un logo en el lateral del vehículo al que lo iban a subir. En ese instante, supo que se trataba de una camioneta del ingenio Ledesma.

La noche del 20 de julio de 1976 comenzaba muy fría y con el cielo completamente despejado en Ledesma, Jujuy. Minutos después del secuestro de Oscar, cerca de la medianoche, se produjo el primer corte eléctrico en la zona. Al principio no pareció más que un simple desperfecto. Sin embargo, la gente no tardó en percatarse de que algo extraño estaba pasando. Por las calles empezaron a escucharse autos que pasaban a gran velocidad y frenaban bruscamente. Puertas que se abrían a patadas y gritos de terror que emergían de las casas. Era la primera noche de una serie de persecuciones que se extenderían durante toda la semana, entre el silencio sepulcral de la prensa y las sombras del terrorismo estatal.

Pocos meses atrás, se había declarado ilegal el Sindicato de Obreros de Ledesma y sus miembros fueron perseguidos y detenidos por repartir volantes en los que se advertía que las autoridades del ingenio colaboraban prestando sus vehículos a la policía. Sin embargo, la denuncia no llegó a ser escuchada y quienes participaron quedaron en la mira de los militares. Si bien la primera noche fue la más violenta, el operativo conjunto entre la Policía, la Gendarmería, el Ejército y las autoridades del Ingenio no terminaría hasta cumplir su propósito. Entre estudiantes, sindicalistas, trabajadoras y trabajadores, más de 400 personas fueron secuestradas para ser trasladadas al centro clandestino que funcionaba en los galpones del ingenio. Hasta la fecha, 55 continúan desaparecidas.

Recién en el año 2012, el empresario Carlos Blaquier, presidente del ingenio desde 1970, fue llamado a declarar luego de que se descubrieran documentos que avalaban su colaboración durante los crímenes de lesa humanidad. El 13 de marzo de 2023, tras una vida de impunidad garantizada por el Estado, falleció a los 95 años. El genocidio, además de contar con apoyo cívico y eclesiástico, tuvo la fuerte e imprescindible complicidad de los sectores empresariales. Muchos de los cuales, aún hoy, siguen gozando de buena salud y grandes pautas.