
- Raquel Liberman |
Una mujer ingresó en la comisaría 7º, anunció su presencia y esperó a ser llamada. Cuando el comisario Julio Alsogaray le hizo una seña para que pasara, ella se presentó. Dijo llamarse Raquel Liberman y tener 29 años. Para que lo que estaba por decir no la dejara tan expuesta a ella y a sus hijos, decidió que mejor era mentir sobre cómo había comenzado la historia. Ante la mirada del oficial, contó que había llegado a la Argentina engañada por un hombre y que, al bajar del barco, había sido secuestrada inmediatamente. El comisario escuchó, tomó nota, y luego le preguntó si estaba dispuesta a declarar ante un juez. Tras unos segundos, Raquel respondió: «Solo se muere una vez, la denuncia no la retiro».
Rokhl Lea Liberman había nacido el 10 de julio de 1900, en una pequeña ciudad de Ucrania. A sus 21 años y embarazada de su segundo hijo, emigró hacia la Argentina en busca de una vida mejor. Como era habitual, su esposo ya había viajado un tiempo atrás para buscar trabajo y vivienda. Cuando Rokhl llegó a Buenos Aires, tal como estaba previsto, se dirigió hacia el pueblo de Talpaqué. Al poco tiempo, su esposo falleció de tuberculosis y ella, que aún no hablaba español, se vio obligada a cambiar su nombre y dejar a su hijo y a su bebé recién nacido a cargo de una familia para ir a buscar trabajo en la ciudad. Allí, tras no conseguir empleo, ingresó -se desconoce si voluntariamente- en la prostitución.
Fue entonces cuando cayó en manos de la red de trata Zwi Migdal, una organización judía que secuestraba mujeres mientras simulaba ser una sociedad de socorros mutuos y que operaba reclutando víctimas de Europa del este para explotarlas sexualmente. En los años siguientes, fue prisionera de la red mientras intentaba ahorrar para poder comprar su libertad. Con la complicidad de un cliente, lo lograría. Con los ahorros restantes, buscó rehacer su vida y abrió un local al público. Sin embargo, fue encontrada por la Zwi Migdal y empezó a recibir amenazas. Al poco tiempo, enviaron a un hombre para engañarla, prometerle matrimonio y volver a secuestrarla. La historia volvía a comenzar.
El 31 de diciembre de 1929, tras escapar por segunda vez de la red, Raquel se presentó en la comisaría. Luego de la denuncia, detallaría ante la Justicia todo el funcionamiento de la organización, los secuestros, la explotación y los abusos. El juez precesó a 108 miembros de Zwi Migdal y pidió la captura de otros 334 prófugos mientras salía a la luz la complicidad de la Policía. A pesar de las evidencias, solo tres integrantes serían detenidos: para el Estado, no bastaba con la declaración de una sola mujer. Sin embargo, no mucho tiempo después, sus denuncias darían frutos y provocarían el fin de la organización. Una lucha que, casi un siglo después, continua más vigente que nunca.