SIEMPRE MARCHARÁS CON NOSOTROS

  • Ho Chi Minh |

«Vietnam se encuentra a miles de kilómetros de Estados Unidos», escribía Ho Chi Minh al presidente estadounidense Lyndon Johnson. Y si bien los vietnamitas nunca les habían hecho ningún daño, decía, estos han “intervenido de forma continuada en Vietnam». En esa carta, Ho Chi Minh exigía a una de las mayores potencias armamentísticas que cesaran el ataque y denunciaba al mundo que estaban utilizando el «armamento más inhumano y las estrategias militares más bárbaras posibles». Entre ellas, citaba, «napalm, armas químicas tóxicas y gas para masacrar a nuestros compatriotas, destruir las cosechas y arrasar pueblos enteros». Pero la guerra de Vietnam no cesaría. Lejos de terminar, duraría veinte largos años.

La población, advertía entre esas líneas, estaba decidida «a seguir resistiendo hasta conseguir la verdadera independencia, la libertad y la paz». Su causa era justa y, por eso, creían en ella. Pero lo peor aún estaba por llegar. En marzo de 1972, 120.000 soldados norvietnamitas atacaban al ejército estadounidense en una de las tantas maniobras para expulsarlos de su país. La respuesta sería un bombardeo como nunca había ocurrido hasta el momento. Así, Hanoi y Haiphong quedaban destruidas y la imagen de la niña vietnamita corriendo mientras escapaba de las bombas de napalm recorrería el mundo. Casi un año después, Estados Unidos firmaba su derrota militar: el FNL ganaba su lucha y Ho Chi Minh, quien había pasado su vida al frente de un país pobre, pequeño y con escasa tecnología, vencía a la mayor potencia mundial.

Aquel hombre que de niño había tenido que emigrar para sobrevivir, y que entre escritos y sueños de revolución había ido forjando su rumbo, se hacía historia. Años atrás, había vencido al ejército francés, logrando la descolonización de Indochina y pasando, automáticamente, a estar en la mira del presidente Eisenhower. Que un 80% de los vietnamitas lo hubieran votado, decía el norteamericano, era una clara evidencia del fuerte apoyo de la población al comunismo. Así, Ho Chi Minh transitaría gran parte su vida entre batallas desiguales contra potencias como Francia, Japón o Estados Unidos y la ilusión de construir un futuro distinto.

Un 2 de septiembre de 1969, años antes de que el heroico pueblo vietnamita ganara la guerra, fallecía a los 79 años en su casa en Hanoi. Había dejado al mundo la imagen de las mayores potencias derrotadas, aplastadas por un pueblo y sus guerrillas. Y si bien no pudo ver su sueño hecho realidad, hoy sus logros y sus muestras de que es posible vencer a la maquinaria capitalista uniendo a la población están más vivos que nunca. Cuentan que, en aquel entonces, en Vietnam, los tanques llevaban un cartel que decía «tú siempre marcharás con nosotros, Tío Ho». Y así fue.