
- La Nakba, éxodo forzado del pueblo palestino, y la creación del Estado de Israel |
Un día, en una mañana que difícilmente olvidarían, una familia palestina abrió la puerta de su casa y salió. Cargaban consigo lo poco que podían llevar a cuestas. Nada más. Apenas lo que pudieron agarrar en el apuro. No había espacio para muchos recuerdos, ni siquiera para cosas personales. Luego, alguien cerraba la puerta y toda una vida quedaba atrás. Solo subsistiría un certificado que atestiguaba que la casa que dejaban era propia, un documento que decía «Palestina” y aseguraba que habían nacido allí, en esas tierras, y las llaves que guardarían consigo para siempre. Era el 15 de mayo de 1948 y, junto a esa familia, más de 750 mil personas partían en un éxodo forzado. A partir de ese momento, sobre suelo palestino, se acababa de declarar el Estado de Israel.
Meses atrás, desde los Estados Unidos, la ONU «recomendaba» un cambio en las fronteras. Tras el fin del mandato colonial británico, las demandas sionistas serían oídas y, de un día para el otro, se establecía la existencia de Israel como Estado. Con una obvia salvedad: para que un Estado nuevo se fundara, otro pueblo debía sufrir las consecuencias. El plan acordaba que, desde ese día, el 55% del territorio sería judío, y el resto, árabe. En otras palabras, que Palestina perdía más de la mitad de sus tierras. Los dirigentes judíos aceptaron con gusto la resolución, los árabes no. Se desataba así el comienzo de la guerra árabe-israelí.
Sin perder tiempo, la tarde del 14 de mayo de 1948, el sionista David Ben-Gurión proclamaba la independencia de Israel. La limpieza étnica sería disfrazada de «transferencia» y comenzaban las expulsiones masivas de las familias palestinas. La historia oficial israelí escribiría entonces que el abandono de tierras fue voluntario. Para cuando la guerra terminó, Israel ya comprendía el 78% del territorio palestino, cerca de un 23% más de lo que en caridad la ONU le había otorgado. La franja de Gaza y Cisjordania, por su parte, eran ocupados por Egipto y Transjordania.
Sobre los escombros y cuerpos de un pueblo, a la vista de todo el mundo, se fundaba Israel y comenzaba un genocidio. Se destruirían ciudades y poblaciones enteras de las formas más brutales, un plan sistemático para borrar la identidad palestina. Con el sadismo digno de quienes hacía pocos años habían intentado exterminarlos, y mediante metodología similares, los israelíes abrirían fuego contra un pueblo ya indefenso. Acorralándolo, cortándole las necesidades básicas y condenándolo a una tortura sin fin que, décadas después, aún perdura. Muchos nombres de poblaciones palestinas hoy no figuran en el mapa. Se arrasó la historia, se cambiaron culturas y se excavaron tierras para borrar todo vestigio de vida. Sin embargo, para sorpresa de quienes digitaron el plan, más de 70 años después Palestina sigue resistiendo. Un pueblo masacrado y humillado contra una potencia armamentística. Pese a todo, la historia aún no termina.