
- Jorge Ricardo Masetti |
Los gendarmes comienzan temprano a recorrer la zona. Buscarán por los márgenes lindantes a los ríos y, poco a poco, irán avanzando selva adentro. Un rastrillaje exhaustivo que les tomará varios días de trabajo. Durante el recorrido van a dar con armas abandonadas y documentación de los guerrilleros. Encontrarán algunos cuerpos caídos en combate y, entre torturas y golpizas, los usarán para intentar quebrar a quienes tenían detenidos. La situación será la excusa perfecta para militarizar Orán, perseguir trabajadores y sembrar la idea del terror de la guerrilla. Sin embargo, pese al esfuerzo, seguía sin haber señales de Masetti.
Años atrás, para 1958, mientras en Cuba la guerrilla daba los primeros pasos hacia la revolución, Masetti se adentraba en la Sierra Maestra y lograba sacar al mundo las palabras de Fidel Castro y Ernesto Guevara. Luego de realizar la hazaña más grande del periodismo argentino, como lo definiría Rodolfo Walsh, fue invitado a la nueva Cuba para crear una agencia de noticias. Nacía, así, Prensa Latina. Una agencia internacional que iba contra la falsa información instalada por los monopolios mediáticos a lo largo y ancho de América. El 7 de marzo de 1961, luego de mucho trabajo, Masetti dejará su cargo. Volverá un mes más tarde, pero solo aceptando el pedido para realizar una cobertura durante la invasión de los Estados Unidos. Luego, un nuevo proyecto pasaría a ser el centro de su vida.
La idea, en coordinación con el Che, era formar un foco rebelde en Orán, al norte de Salta, en el límite con Bolivia. Para 1963, el EGP comenzó sus trabajos por la zona. Poco a poco, entre bajas, falta de alimentos y la infiltración de la policía, las cosas comenzaron a ponerse cuesta abajo. Para marzo de 1964, se cruzarán por primera vez con la Gendarmería. En esa oportunidad, sin señales de Masetti, varios hombres fueron detenidos y se les secuestraron armas y provisiones. Al mes siguiente, entre balas cruzadas y combatientes que ya no podían ni sostenerse en pie, los uniformados dieron un golpe. Una vez más, no había señales suyas. El 18 de abril se daría otro encuentro. Pero nada cambió: Masetti parecía haberse esfumado.
El 21 de abril, Jorge preparó su mochila, acomodó las pocas pertenencias que tenía consigo y, con las escasas fuerzas que le quedaban, emprendió lo que sería su último camino. Tenía apenas 34 años, pero le había alcanzado para dejar grabada a fuego una vida de lucha inclaudicable, de compromiso y solidaridad, el ejemplo vivo de lo que significa hacer periodismo. A partir de ese día, no volveríamos a saber más de él. Como escribiría Rodolfo Walsh, «se ha disuelto en la selva, en la lluvia, en el tiempo”. Se había adentrado, para siempre, entre las selvas salteñas.
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