Y NO HICIMOS LA REVOLUCIÓN, TODAVÍA

  • JuanGelman, su nieta Macarena y el poema «31 de marzo» |

Dos militares uruguayos se detuvieron frente a la casa. Corroboraron que estaban en la dirección correcta y se dirigieron hacia la puerta. Allí colocaron una canasta, tal y como les habían ordenado, para luego retirarse. En la vivienda residía un expolicía, que para ese entonces se encontraba procesado por disentir con los métodos de la dictadura, junto a su esposa. En algún momento del día, salieron para descubrir lo que les habían dejado. Dentro de la canasta, se encontraron con una beba de dos meses y un cartel que indicaba su fecha de nacimiento. La llamaron Macarena, la inscribieron como propia y así pasaron varios años sin decir nada a nadie. A partir de ese 14 de enero de 1977, la niña comenzó una nueva vida. Hasta que, un día, muerto el expolicía, su madre adoptiva decidió revelarle la verdad.

Todo comenzó un el 24 de agosto de 1976, meses antes de que fuera entregada a su nueva familia. En Buenos Aires, un grupo de tareas de la dictadura argentina ingresaba por la fuerza en la casa de Marcelo Gelman y su compañera María Claudia, quien se encontraba embarazada y a punto de dar a luz. La pareja fue secuestrada y llevada al centro clandestino Automotores Orletti. Al poco tiempo, Marcelo fue asesinado y María Claudia trasladada a Uruguay como parte de la operación conjunta del Plan Cóndor. Según se estima, tuvo a su beba en el hospital militar para luego ser separadas días después. Macarena fue puesta en una canasta; de su madre, no se volvería a saber nada hasta el día de hoy.

Marzo de 2000. El poeta Juan Gelman llevaba 24 años buscando a su nieta. Diez años atrás, el cuerpo de su hijo había sido hallado dentro de un barril lleno de cemento en un río de San Fernando. El 31 de ese mes, luego de años de incansable búsqueda, llegó desde Uruguay una noticia que sería mucho más que un bálsamo ante tanto dolor: habían encontrado a su nieta, María Macarena. De ahí en más, poco a poco, comenzaba el arduo trabajo de recuperar la verdad mientras los militares de uno y otro lado del río de La Plata la escondían celosamente detrás de su pacto de silencio.

Ese día, Juan Gelman diría: «Podrán imaginarse lo que significa esto para cualquier ser humano. Yo mismo puedo sentirlo; soy abuelo». Once años más tarde, la Justicia condenaba al asesino de Claudio, Eduardo Cabanillas, a prisión perpetua. Juan, por su parte, aseguraría no haber sentido nada, ni alegría ni odio. Mientras tanto, para su nieta escribiría un poema, “31 de marzo”:

Ha terminado el mes

y el hijo sin venir

y mi hermano sin volver.

Ha terminado el mes y no te amé las piernas

y no escribí ese poema del otoño en Ontario

y pienso pienso pienso

se fue otro mes

y no hicimos la revolución todavía.