
- Luciano Arruga |
En algún momento de la noche, Luciano se despidió de sus amigos. Pasó por la casa de su hermana Vanesa y, tras no poder encontrarla, siguió camino. Cerca de las 00:30, dos testigos vieron a un joven siendo subido a la fuerza en un patrullero. De ahí en más, su rastro se perdía completamente. Con el paso de las horas, preocupada porque su hijo no regresaba, Mónica Alegre comenzó un periplo que duraría largos años. Esa noche recorrió junto a su familia las calles del barrio, hospitales y comisarías. Entre los lugares por los que pasó estaba el destacamento policial de Lomas del Mirador, lugar en el que Luciano ya había estado detenido en otra oportunidad y donde había sido torturado. Allí sería atendida y dejaría asentada la denuncia. Era el 31 de enero de 2009, en la Argentina, en democracia.
Pasadas las 3:00, según un expediente policial, una persona fue detenida por atropellar a un joven en la General Paz. Pese a que esta llamó a la policía y se puso a disposición, no se le tomó declaración y se la dejó en libertad con el argumento de que el atropellado era un NN. En su testimonio sostuvo que el joven apareció corriendo de golpe, completamente asustado, con el pantalón a la altura de las rodillas y como si estuviera escapando de algo. Otro testigo declaró también haber visto una camioneta de la bonaerense, en la colectora y con las luces apagadas.
Esa noche, una ambulancia trasladó al chico atropellado al hospital Santojanni donde fue internado como NN. Horas después, Mónica y Vanesa se presentaron allí durante su recorrido por el barrio. Preguntaron por un adolescente de 16 años de tez morena, pero les informaron que no había nadie de esas características. Al día siguiente, en la morgue se completaron los datos en la planilla: joven, de entre 25 y 35 años, de tez blanca. Nada diría sobre las 14 fracturas que tenía su cuerpo. Así, el nombre de Luciano pasaba a formar parte de la larga lista de desapariciones forzadas.
La causa estuvo frenada 45 días y la investigación quedó a cargo de la misma Policía. Todo lo que se supo luego, lejos de la colaboración del Estado o las mímicas de la Justicia, fue gracias a la inquebrantable lucha de su familia y de quienes estuvieron a su lado. Años más tarde, el 17 de octubre de 2014, su cuerpo fue encontrado en el cementerio de Chacarita enterrado como NN tras un supuesto accidente automovilístico. Una historia que se sigue repitiendo en miles de barrios del país entre impunidad policial, sadismo estatal y sostén mediático. Lo único cierto es que a Luciano lo mató y desapareció la policía, por dignidad, por ser un «negro, villero, argentino que se negó a robar» para ellos. Así, tal cual, como pidió su hermana que lo recordemos siempre.