
- José Martí |
Durante algún día de las primeras semanas de 1871, un joven José Martí pisaba tierras españolas. Eran las mismas tierras de las que quería independizar a su país natal, Cuba, y hacia las cuales lo habían deportado tras ser condenado a seis años de prisión. No era la primera vez ni sería la última que lo acusasen de traición a una monarquía que nunca había prometido respetar. Allí, aun estando a miles de kilómetros, Martí no dejó de soñar que se podía crear un mundo mejor.
Los años siguientes lo encontraron de regreso en Cuba, organizando nuevos movimientos independentistas y siendo parte de revueltas anticoloniales. Poco a poco, su voz comenzó a resonar cada vez más fuerte entre los grupos revolucionarios, despertando la antipatía de quienes tenían el control de la isla. Pese a que fue perseguido y nuevamente deportado, Martí insistió en comenzar una y otra vez. Así, hasta volver pisar la tierra que lo había visto nacer. Esta vez, para siempre.
Para mediados de 1882, comenzó a poner en práctica su sueño. Luego de reunirse con distintas personalidades de la lucha independentista, decidió reorganizar a los revolucionarios con la idea de, no solo luchar por una Cuba libre, sino también de plantear una Latinoamérica unida. Convencido de que “la historia de América, de los incas”, debía ser aprendida por nuestros pueblos, Martí criticó el eurocentrismo instalado desde la educación. Consideraba imprescindible comprender que “nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria”. Las diferencias sobre los medios para alcanzar el fin lo distanciaron de algunos referentes y, argumentando que las medidas elegidas tendrían una injerencia directa sobre la república soñada, optó por abrirse nuevos caminos.
En 1892, fundó el Partido Revolucionario Cubano y recorrió el continente reclutando gente para una nueva lucha. Su primer intento de plasmar sus ideas llegó a oídos de las autoridades estadounidenses y, pese al duro golpe de ver fracasar el proyecto, Martí continuó intacto. Era su deber, aunque viviese “todos los días en peligro”. El 11 de abril de 1895 desembarcó junto a 400 personas en Playita de Cajobabo, sudeste de la isla. Sería el comienzo de una revolución triunfante que Martí no llegaría a vivenciar. Tres disparos en un encuentro contra los realistas que lo tomaron por sorpresa terminaron con una vida que pasaría a ser ejemplo de todo un pueblo. La “primera” independencia de Cuba, varios años antes de que un grupo de guerrilleros buscara liberarla de nuevas manos opresoras. La historia de un país que nunca bajó los brazos. Se imita demasiado, dijo alguna vez en lo que parecía un mensaje para el porvenir, “y la salvación está en crear”.