LA GUERRILLERA

  • Norma Arrostito |

Por la mañana, los medios de prensa anunciaban que, a las 21 horas del 2 de diciembre de 1976, la guerrillera Esther Norma Arrostito había sido abatida. Todas las tapas, casi sin excepción, llevaban su nombre. La noticia, que recorrería rápidamente el país, no difería del comunicado oficial de la dictadura que notificaba la muerte de la «delincuente subversiva», una de las “fundadoras y cabecillas de la banda autodenominada Montoneros». Sin embargo, a pesar de que la información sería repetida hasta el hartazgo, para aquel día, Arrostito seguía con vida.

A mediados de 1970, la sociedad comenzaría a escuchar sobre ella. De padre anarquista y de ideas marxistas, desde temprana edad Norma participaría en grupos de apoyo obrero y, años más tarde, viajaría a Cuba para recibir entrenamiento en la lucha revolucionaria. De regreso en la Argentina, integraría esa célula que surgía con apenas una docena de integrantes para, no mucho tiempo después, abarcar gran parte del país. “Se requiere la captura de…”, decía el volante que llevaba su nombre y rostro, junto a los de sus compañeros responsables del fusilamiento del exdictador Pedro Aramburu. Aquel grupo, formado principalmente por militantes del ex Comando Camilo Torres, hacía su presentación en sociedad firmando como Montoneros. Sería el comienzo de una historia de lucha, traiciones y personajes tan dispares como sus destinos. Así, el nombre de Arrostito, única mujer en la conducción, empezaba a resonar cada vez más fuerte.

Para diciembre de 1976, el diario Clarín publicaba que el asesinato de Norma era un «nuevo paso para la erradicación del extremismo», e informaba que se iba «cumpliendo en forma sistemática tras la muerte de Mario Roberto Santucho». La revista Gente, por su parte, hablaba de una «victoria» que “costó mucha sangre de oficiales, de soldados, de policías”. Pero, como era costumbre, la realidad sería muy distinta del montaje sostenido por los medios. Aquel 2 de diciembre, un grupo de tareas la secuestraba y trasladaba a la ESMA. Allí pasaría casi dos años durante los cuales sería torturada, aislada y presentada como un trofeo de guerra.

Dicen que Arrostito nunca pudo ser quebrada, que jamás lograron sacar nada de ella a pesar de tanto sadismo y barbarie. Dicen, también, que se preocupaba más por quienes estaban allí, por sus compañeras detenidas embarazadas, que por ella misma. Tal vez, por esto, el Tigre Acosta confesaría que la asesinaron porque «no quería colaborar». El 15 de enero de 1978, Norma sería desaparecida y no volveríamos a saber de ella. «La mujer guerrillera», como la denominaban buscando ser despectivos. Quizás, porque les llamaba la atención que una mujer fuese mucho más valiente e indoblegable de lo que ellos, los omnipotentes de botas, impunidad y picana, podrían ser jamás.