
- El primer combate de la Revolución cubana |
A paso lento, aguantando el hambre y con sigilo, la columna de guerrilleros que semanas atrás había desembarcado en Cuba se disponía a atravesar el río de La Plata. Fidel, Raúl, Camilo, el Che y varios más avanzaban entre las aguas buscando la orilla. En ese momento, en lo que parecía el medio de la nada, dos campesinos aparecieron en su camino. Les dijeron que en la zona había unos 15 soldados y les advirtieron que en cualquier momento podrían cruzarse con Chicho Osorio, un mayoral de un gran latifundio, conocido por torturar campesinos. Los guerrilleros agradecieron los datos y continuaron camino.
Minutos más tarde, por el monte, apareció un mulo. Sobre él iba Chicho, completamente ebrio y sosteniendo una botella de coñac. Universo Sánchez levantó la voz y le ordenó que se detuviera en nombre de la Guardia Civil. Fidel se acercó y le dijo ser un coronel del Ejército, enviado para investigar por qué aún no se había liquidado a los rebeldes. Criticó duramente al Ejército y dijo que su barba era prueba del tiempo que llevaba en el monte. El Che diría luego que solo su estado de completa embriaguez explicaba que se creyera una historia así. Convencido del discurso, Chicho comenzó a revelar datos que serían de vital importancia para los revolucionarios. Nombres, lugares, y en quién confiar y en quién no. Fidel le preguntó qué haría si por casualidad se cruzara con Fidel, y el hombre, con rabia, le hizo un gesto indicativo de lo que sería capaz.
No mucho después, los guerrilleros caminaron siguiendo sus pasos. Habían logrado convencerlo, sin mucho esfuerzo, de que los llevara al cuartel con la excusa de sorprenderlos. Una vez allí, los 32 revolucionarios comenzaron lo que será el primer combate de la Revolución. Contaban con tan solo 22 armas y pocas municiones. Era a todo o nada. A las 2:40, Fidel apretó el gatillo y sonó el primer disparo. Ningún soldado quiso rendirse y el tiroteo empezó. Había que cuidar cada bala y tirar poco, nada podía fallar. Pasados unos minutos, Camilo corrió a prender fuego el cuartel y Universo incendió una choza.
Los hechos tendrían varias versiones y algunas certezas. Sin dejar de tirar, Camilo ingresó en una cabaña y los soldados se rindieron. Acababan de conseguir suficientes balas y armas como para continuar y no tenían bajas. Chicho, por su parte, sería ajusticiado por torturador del pueblo. Raúl Castro les aseguró que sus vidas serían respetadas y los heridos atendidos. El Che, como médico de la guerrilla, comenzó a tratarlos. La sorpresa de los militares no sería poca ante el trato recibido, y Raúl les explicó que la dictadura esperaba lo contrario para «abrir el odio entre nosotros». Tras dejar medicinas, los guerrilleros siguieron camino. Aún quedaba un largo viaje por delante hasta el 1º de enero de 1959.