
- Virginia Bolten |
Como tantas historias forjadas desde abajo, muchas de estas páginas son difusas. A la hora de seguir las huellas, algunos hechos se mezclan con el mito, y el resto se traza entre testimonios varios y anécdotas perdidas. De esa forma, poco a poco, se van encastrando las piezas del rompecabezas de lo que fue la vida de una anarquista que, hace más de un siglo, soñaba con amplificar la voz de las marginadas y transformarla en una “vibrante y enérgica demanda”. Uno de los primeros registros que datan sobre ella aparecen en el censo nacional de 1895. Allí, dijo llamarse Virginia Bolten, haber nacido un 26 de diciembre y tener 19 años. Además, afirmó saber leer y escribir, llevar un año de casada y no tener hijos ni hijas. El casillero que preguntaba «si no es católico, ¿qué religión tiene?» quedó en blanco. La respuesta la sabríamos después.
En 1899, un periódico clandestino comenzó a recorrer las calles. Se llamaba “La voz de la mujer” y, en su portada, decía ser un medio comunista-anárquico, de subscripción voluntaria y que se distribuía cuando se podía. Bajo el lema «ni dios, ni patrón, ni marido», dirigido por Virginia Bolten junto a varias compañeras, se editaría un periódico feminista que, pese a su corta tirada, lograría abrirse un lugar en la historia. En sus páginas enunciaba que, además del «enemigo poderoso de la sociedad actual», las mujeres debían rebelarse contra la opresión patriarcal. Una condición de supremacía ejercida hasta por sus propios compañeros de ideas, culturalizada y muchas veces naturalizada incluso por ellas mismas.
Hacia 1907, luego de ser arrestada y hacerse pasar por uruguaya, las autoridades argentinas le aplicaron la Ley de Residencia y Virginia cruzó el Río de la Plata para instalarse en Uruguay. En Montevideo, su activismo no cesó: participó en círculos anarquistas, organizó mítines y se sumó a la redacción de periódicos locales como “La Nueva Senda”. Si bien allí su figura también fue observada de cerca por la policía y constantemente vigilada, logró convertirse en un puente entre los movimientos sociales de Argentina y Uruguay, llevando el mensaje de emancipación femenina y de lucha obrera.
Poco a poco, sus rastros comienzan a perderse aún más. Marcada por Bialet Massé como la «Luisa Michel» rosarina, una «joven puntana de palabra enérgica y dominante que arrastra a las multitudes», e incluida en una lista en Montevideo de «anarquistas y agitadores que deben ser vigilados», la vida de Virginia tiene muchas más historias de las que seguramente hoy podamos conocer. Si los hombres quieren ser libres, publicaba alguna vez, con mucha más razón nosotras: “doblemente esclavas de la sociedad y del hombre, ya se acabó aquello de “Anarquía y Libertad” y las mujeres a fregar. ¡Salud!».