
- Rafael Nahuel – Ph: Eugenia Neme |
Esa foto es la última que conocemos de Rafael Nahuel. Fue sacada el 23 de noviembre de 2017 en una manifestación en el centro de la ciudad de Bariloche en la que se reclamaba la liberación de detenidos durante lo que fue el primer desalojo de la comunidad. Dos días después, el Grupo Albatros de la Prefectura Naval Argentina, con la impunidad y violencia que caracteriza a las fuerzas represivas del Estado, le dispararía por la espalda. Un balazo certero y preciso que terminaba con la vida de un joven que no solo no estaba armado -a pesar de los intentos del Gobierno de Cambiemos para instalar la idea contraria-, sino que demandaba, junto a su pueblo, que los dejasen vivir en sus tierras y en paz.
Esa foto, además, pareciera dejarnos una última pintura de lo que fue Rafa. Un pibe de barrio al que raramente se lo podía ver sin su gorra, que vivía comprometido con sus pares y que un día se cansó de tanto despotismo e hipocresía. Lo vemos tocando la trutruca -un instrumento ancestral de la comunidad que solamente es utilizado en momentos específicos- mientras carga a un niño mapuche que no era ni su hermano ni un familiar directo. Un reflejo de ese mismo sentido de comunidad que lo encausó en una lucha tan justa como digna.
Un día, sin dejar de ser nunca ese chico de barrio, Rafa decidió que era hora de volver a su territorio. A su tierra, a las montañas, los bosques y los lagos. Volvió a sentirse parte, se encontró con su pueblo, con su gente y su cultura, y comenzó un proceso de revinculación que nunca se detuvo y que lo fue llevando hacia donde se encontraba su misma sangre. Esa sangre que lleva siglos luchando contra los tormentos de un sistema genocida que le robó sus tierras, le mató a su gente y la margina a las sombras.
A Rafa un día le quitaron la vida por luchar. Lo asesinaron como asesina el Estado: por la espalda y con garantía absoluta de total impunidad. El Gobierno lo ignoró, ocultó los hechos, y los medios hegemónicos hicieron su trabajo de siempre mientras instalaban la idea de un enfrentamiento o de peligrosos grupos terroristas. Nada de eso existió, pero de sobra sabemos que el sistema racista y colonial se cubre mutuamente entre sus variantes de turno. Por eso, la lucha continúa en pie a pesar de todo. Será hasta que el pueblo haga justicia. Y Rafa, mientras tanto, está más vivo que nunca.