LOS HECHOS NOS UNEN

  • El robo al Tiro Suizo de Tupamaros |

Raúl Sendic caminó hacia la ruta. Desde el horizonte, vio un coche que venía en dirección hacia él. Otro más. Eran las primeras horas del día y el sol comenzaba a calentar después de una larga e interminable noche. Cuando el vehículo empezó a aminorar la velocidad, la ventanilla bajó y Raúl se percató de que no eran quienes esperaba, sino trabajadores de vialidad. Antes de hablar, un hombre se asomó, miró a Sendic, luego observó a su costado y volvió a mirarlo tratando de entender la situación. Luego le ofreció ayuda, pero Raúl les contestó que no era necesario, les agradeció y dio por terminada la conversación. Segundos después, desde el espejo retrovisor se alejaba la imagen de ese hombre al costado de la ruta, con su cuerpo lleno de espinas y, junto a él, una camioneta volcada y abollada. Sendic, mientras tanto, seguiría esperando.

Varias horas atrás, tres autos llegaban a las zonas aledañas del Tiro Suizo. Sabían que la vigilancia del lugar no era tan estricta pero aun así decidieron dejar los vehículos alejados para evitar complicaciones y caminaron a campo traviesa bajo un cielo negro. Para no perderse en la oscuridad, llevaban unos juguetes de lata que, al apretarlos, hacían ruidos similares al croar de un sapo. Así, intentando no separarse demasiado, avanzaron camino al Tiro Suizo. Una vez frente al polígono, dos se quedaron vigilando mientras otro abría la cerradura con una ganzúa. Cuando lograron entrar, fueron directo a hacia donde estaban las armas y tomaron todo lo que pudieron para distribuirlo en siete bultos. Al poco tiempo, volvían tras sus pasos.

Ya comenzada la madrugada del 1º de agosto de 1963, llegaron a los autos. Tras guardar todo como podían y con varios fusiles asomándose por las ventanillas, los dos primeros coches partieron a toda velocidad rumbo a Montevideo. Detrás, una camioneta arrancó hacia el norte. Durante el trayecto, al salir de una curva, esta se desvió del camino pisando la banquina y dio varias vueltas sobre sí. Dos personas resultaron heridas y Raúl, tras salir despedido, terminó sobre un cardal. Cuando se pusieron de pie, comprendieron el desastre: las armas y las municiones habían volado, desparramándose por la carretera y la vegetación.

Con las primeras luces del día, terminaron de juntar todo y lo escondieron entre los pastizales. Luego, Raúl caminó varios kilómetros y se comunicó por teléfono para que los fueran a buscar los más rápido posible. Cuando volvió a la camioneta, les dijo a los dos hombres que fueran a Montevideo para avisar lo ocurrido. Él se quedaría allí. Con el sol comenzando a subir, Sendic se sentaba a esperar. Luego de meses de teorías y debates, habían pasado a la acción. “Las palabras nos separan, los hechos nos unen”, había escrito un compañero del grupo tiempo atrás. Poco a poco, comenzaba nacer el MLN Tupamaros.