TRIBULACIONES, LAMENTOS Y OCASO DE UNA MONARQUÍA

  • La Segunda República Española |

A las primeras horas de la mañana, el rey Alfonso XIII amanecía sabiendo que ese no sería un día convencional. Los tiempos estaban cambiando para la monarquía que durante tantos años reinaba a su gusto y placer sobre España. Aquel día, su desayuno se habrá visto interrumpido incontables veces, entre pensamientos encontrados y consejos de sus allegados. Había que tomar una decisión y las ofertas iban desde crear un Gobierno de transición hasta la abdicación inmediata para salvar su vida y la de su gente. Entre los presentes, alguien le recomendaría salir del país antes de que se pusiera el sol: «Si antes del anochecer no se ha proclamado la república, la violencia del pueblo puede provocar la catástrofe». Era el comienzo de la Segunda República Española.

Dos días atrás, el 12 de abril de 1931, las elecciones habían indicado que la lenta y constante caída de la monarquía tocaba fondo. En medio de un ocaso inevitable, el pueblo español daba el empujón final. Los largos años de la dictadura de Primo de Rivera, y su caída un año atrás, habían generado un acercamiento de la población a la política y un gran crecimiento de las ideas republicanas. Por eso, la misma noche del 14, tras una reunión en la que se pensó una contrarrevolución al recién nacido régimen democrático, el monarca escapaba hacia el exilio sin la menor resistencia. Dejaba tras de sí el germen fascista que estallaría cinco años después.

Todas las calles de las grandes ciudades y de cada rincón de los pueblos del país se llenaron de gente que festejaba un triunfo que sentía propio. El sueño de una nueva España, lejos de las dictaduras y del autoritarismo de la corona, colmaba las movilizaciones colectivas. Durante los primeros años de la República se aprobaría una nueva constitución. Se declararía la separación de la Iglesia del Estado y este pasaría a ser laico. Se tomarían medidas sobre la distribución de las tierras, se ampliarían los derechos humanos, se establecerían mejores salarios, el voto sería universal y se nacionalizarían empresas. Además, una nueva bandera flamearía sin el escudo real y la educación pasaría a ser libre y gratuita.

Sin embargo, las nuevas medidas del proyecto democrático no tardaron en ganarse sus enemigos. El 17 de julio de 1936, el presagio de Alfonso, quien desde el ya seguro exilio se había animado a advertir que todo era “una tormenta” que pasaría rápidamente, comenzaba a tomar forma. Las fuerzas armadas intentarían un golpe de Estado que contaría con el apoyo de la Italia fascista y la Alemania nazi. Se daba comienzo así a la guerra civil española. Luego de años de tribulaciones y lamentos, la monarquía quería volver a mandar.