UNA RED QUE SE TEJE EN SILENCIO

  • El secuestro de Marita Verón |

A las 9:15, María de los Ángeles Verón saludó a su madre y salió de su casa. Tenía 23 años y se dirigía a hacer una consulta médica a unas cuadras de allí. Durante el trayecto, un Duna rojo la interceptó y tres personas la subieron por la fuerza. Con el paso de las primeras horas, su familia comenzó a preocuparse. No era normal que tardara tanto. Sin demoras, su madre y su padre decidieron ir a la comisaría a realizar la denuncia, pero, pese a sus reclamos, la policía les dijo que aún era pronto. Debían esperar. Recién cerca de las 21:00, luego de mucho insistir, lograron que les tomaran los datos. Era el 3 de abril de 2002, en San Miguel de Tucumán, y la historia recién comenzaba.

Tres días después, en La Ramada, a 30 km de donde había sido secuestrada, algunas personas aseguraron haberla visto e, inmediatamente, hicieron la denuncia a la policía. Dijeron que llevaba zapatos de taco -en lugar de las zapatillas que tenía al salir de su casa- y que deambulaba por zonas rurales. Fue así que el jefe de la comisaría decidió enviar un patrullero a buscarla. Sin embargo, una vez que dieron con ella, en lugar de tomar precauciones y ponerla a salvo, decidieron subirla a un colectivo de media distancia que iba destino a San Miguel. Marita nunca llegó.

Luego de años de lucha, Susana Trimarco, su madre, llegó a infiltrarse en una red de prostitución donde logró liberar a muchas mujeres que se encontraban secuestradas y que brindaron datos sobre su hija. Si bien Susana fue siguiendo las pistas de su investigación, poco a poco, los pasos se fueron haciendo difusos. Había quienes aseguraban que Marita estaba España, que había sido asesinada o que estaba embarazada. Gracias a su lucha inquebrantable, y pese a las trabas impuestas por la Justicia y de las fuerzas de seguridad, Susana destapó una red de trata y de encubrimiento oficial que aún hoy continúa en funcionamiento.

Durante el juicio, mientras quedaba en evidencia que el poder no estaba interesado en frenar este negocio, Susana declaró haber ido rápidamente «como una estúpida» a la Casa de Gobierno: «Digo estúpida porque la mafia estaba ahí». Luego, se dedicó a detallar cómo funcionaba la red y ofreció datos de los prostíbulos y gente que conoció. Sin embargo, el juicio terminó con la inexplicable absolución de los acusados. Ante el masivo repudio social y la consecuente renuncia del ministro de Seguridad de Tucumán, el caso se mantuvo vivo y, finalmente, recibieron penas de entre 15 y 22 años. Hoy, las redes de trata siguen funcionando con el amparo de la Justicia y del poder. De eso no se habla. A las mujeres se las secuestra y se las desaparece mientras solo la lucha popular las hace visibles. De Marita no se volvió a saber hasta el día de hoy.