- El secuestro de Clara Anahí |
Las páginas de los diarios repetían, letra a letra, los comunicados militares. Algunos medios, más fieles y comprometidos, se animaban a agregar casi con algarabía: «Abaten en La Plata a otros 5 extremistas». El violento ataque había sido un éxito y los operadores de prensa publicaban, rebosantes de orgullo, el número de caídos. Más nombres que se sumaban a una larga lista que no dejaba de crecer. Ese día, en una especie de rutina diaria que ya se había transformado en un triste y sádico déjà vu, el comando de la policía comunicaba que habían resultado muertos “delincuentes subversivos». Nada dirían de Clara Anahí, ni una palabra. La verdadera historia necesitaría tiempo para salir a la luz.
Era el mediodía del 24 de noviembre de 1976, en La Plata. Hacía ocho meses que los militares habían tomado el poder autoproclamándose amos y señores de la vida y del destino del pueblo. Aquel miércoles, un gran operativo aguardaba órdenes frente al domicilio ubicado en la calle 30 al 1134. Allí, en la casa de los conejos, como la conocía el barrio por el criadero y la venta de escabeche, vivían Diana Teruggi, su compañero Daniel Mariani y Clara Anahí, su hija de tres meses. Detrás de la vivienda funcionaba una imprenta clandestina desde donde se editaba la revista Evita Montonera, se denunciaba el accionar del terrorismo de Estado y, entre otras barbaries de la dictadura, que en la ESMA existía «un campo de concentración y que tiraban los cadáveres al río».
Cerca de las 13:45, Suárez Mason, Camps y Etchecolatz terminaron de despejar la manzana y dieron la orden de comenzar. Lo que vendría luego serían horas de un cruento ataque con ametralladoras, granadas y tanquetas. Una vez cumplido el objetivo, cuando el frente de la casa ya se encontraba completamente destruido, un helicóptero sobrevoló la zona y lanzó una bomba de fósforo para incendiar el lugar. Al ingresar en la casa, los militares encontraron cinco cuerpos: Diana Teruggi, Roberto Porfidio, Daniel Mendiburu Eliçabe, Juan Carlos Peiris y Alberto Bossio. Sin embargo, la sorpresa de los genocidas no debe haber sido poca cuando descubrieron que, después de tanta violencia y pólvora, una beba de tres meses seguía con vida.
Tiempo después, Chicha Mariani, su abuela, diría: «Mataron a todos y se llevaron a la nena. Desde entonces, la busco. Por supuesto, tampoco nos entregaron el cadáver de Diana”. El 1º de agosto de 1977, la dictadura también asesinó a Daniel Mariani, su hijo. En un texto titulado «La peligrosa», Eduardo Galeano contaría que, desde el día del secuestro, el nombre de Clara Anahí, de tres meses, «figura en la Dirección de Inteligencia de la Policía de la provincia de Buenos Aires, en la sección reservada a los ‘delincuentes subversivos'». En su ficha, los militares escribirían: “Extremista”.