NO PASARÁN

  • La muerte de Buenaventura Durruti |

La mañana del 19 de noviembre de 1936 recibió a Madrid entre nubarrones y lluvias que parecían no detenerse nunca. Ese día, al igual que los anteriores, Durruti estudiaba el plano de la ciudad pensando cuál sería la mejor manera de moverse. Las calles de la capital eran el escenario de constantes batallas, y el pueblo republicano resistía sin pausa los embates de las tropas enviadas por Franco. Para ese entonces, Durruti fue informado de que alguien había ordenado la retirada de su columna y, pese a su preocupación por no haber sido él quien había dado la orden, avisó a su gente: «La batalla será dura, pero no pasarán». Sin descanso, los fascistas, que contaban con el apoyo de la Alemania nazi y la Italia de Mussolini, preparaban para avanzar sobre la ciudad. Nadie quería perder Madrid.

Aquel día, entre cambios necesarios sobre la marcha y bajas importantes, Durruti partió hacia la Ciudad Universitaria para evaluar la situación. Las bombas que incansablemente habían atravesado el cielo de Madrid parecían ahora dar un respiro. Una extraña calma reinaba en el lugar, como si todo el mundo hubiera bajado las armas de un segundo para el otro. Cerca de las 2 de la tarde, el coche en el que viajaba aminoró la velocidad hasta detenerse completamente. En medio del silencio, Durruti abrió la puerta y bajó. Lo que ocurrió después continúa siendo motivo de discusión y teorías varias que nunca encontraron respuesta.

Tomados por sorpresa, un grupo de milicianos que descansaban en pleno frente escucharon los retos de Durruti mientras buscaban silencios para esgrimir sus defensas. De repente, mientras regresaba al auto, un inoportuno disparo lo alcanzó y cayó gravemente herido. Sin demoras, fue trasladado para recibir atención médica, pero unas horas después, a las 4 de la mañana del día siguiente, su cuerpo ya no resistiría. Entre muchas especulaciones y pocas certezas, lo que sí se sabe es que el tiro provino de un arma corta. El resto dependerá de cada versión.

La noticia, aunque se intentó mantener en secreto para no desanimar a las milicias, pronto recorrió una España revuelta. Uno de los más grandes revolucionarios que dio el anarquismo caía a poco de comenzar la guerra civil. Años después, Franco se instalaría en el poder para sostenerse por cuatro décadas. En el imaginario de quienes pusieron el cuerpo soñando un mundo mejor perduraría la idea eterna de si el destino hubiese sido otro con Durruti en la lucha. Aquel hombre que había advertido que, si triunfaba el enemigo, al pueblo solo le quedaría “hambre y esclavitud”. Estaba convencido de que “ningún Gobierno en el mundo pelea contra el fascismo hasta suprimirlo. Cuando la burguesía ve que el poder se le escapa de las manos, recurre al fascismo para mantener el poder de sus privilegios».